- Un siglo de arquitectura en la Red
- Un ambicioso inventario en Internet 'visita' 5.600 edificios de toda España
- Las fundaciones Docomomo y Mies van der Rohe están detrás del proyecto
- El usuario puede intervenir para impedir un derribo o añadir datos
- M. José Díaz de Tuesta | Madrid | El País, 2007-11-29
A ellos se suman una treintena en Gibraltar y otros 1.500 en el sur de Francia. Estos añadidos se explican porque la madre del proyecto era inventariar el patrimonio arquitectónico del siglo XX en España, Gibraltar y las regiones francesas incluidas en el Sudoe, término que utiliza la UE (que financia el proyecto) para designar este ámbito territorial. Detrás también están las prestigiosas y poderosas fundaciones Docomomo y Mies van der Rohe y otros organismos como el Colegio de Arquitectos de Madrid.
El trabajo empezó hace dos años con un barrido bibliográfico. A partir de los años noventa sobre todo se hicieron guías similares de amplio calado, pero tenían algunas limitaciones que este canon supera. Cuantitativamente no sobrepasaban los 800 edificios; cronológicamente estaban muy centradas en el conocido como movimiento internacional (etapa que va desde 1925 hasta 1965) y desde el punto de vista estilístico algunas arquitecturas, como la franquista y la del turismo, habían sido descuidadas por ser poco valoradas.
Este banco de datos supera incluso el registro de Docomomo -que es seguramente el más amplio- porque sólo se ocupa del movimiento internacional. De modo que había que incluir, por ejemplo, edificios que aunque desde el punto de vista estilístico sean poco interesantes merecen ser registrados, como la Universidad Laboral de Gijón, de estilo historicista.
Y hay edificios que se han caído del cartel, víctimas de la indispensable criba. Así ha ocurrido con la sobredosis de edificios de arquitectura posmoderna de finales de los setenta ("que era una mirada irónica hacia el historicismo", explica el profesor de Arquitectura en la Universidad de Sevilla Carlos García Vázquez, coordinador del proyecto).
Había que acotar y había que elegir. Y, en ocasiones, ensanchar los límites que se han impuesto, como las fechas. El ineludible Museo Guggenheim de Bilbao aparece en este macroinventario, aunque se terminó ya acabado el siglo XX. Esto se explica, según García Vázquez, por ser un edificio "muy emblemático" y por su "perdurabilidad". El propio concepto de siglo XX, reconoce, "es artificioso" y entre sus fallos está que corta por la mitad el movimiento modernista catalán que surgió a finales del siglo XIX.
Capítulo aparte merece la llamada arquitectura franquista, que se puede situar entre finales de los años treinta hasta la década de los cincuenta. El propio término es calificado por el coordinador de ambiguo, "porque sólo se puede aplicar a un periodo concreto en el que conviven distintas tendencias". Este estilo no fue un prototipo -neoclásico- del régimen fascista como sí lo fue el de Hitler. El franquismo tuvo dos raíces: "una, historicista, con una vertiente ideológica muy fuerte, que reivindica las fuentes históricas de la arquitectura buscando en los monumentos más gloriosos, como en El Escorial; y otra raíz, vernácula, que supone un rechazo hacia lo urbano y el ensalzamiento de lo rural", explica García Vázquez.
Si en un primer momento la arquitectura franquista tuvo un fuerte carácter historicista-castellano, pronto se diluyó (concretamente en los años cincuenta). Esto tiene que ver con la propia personalidad del dictador, "al que no le interesó en absoluto la arquitectura", dice el coordinador.
En ese tiempo surgen profesionales como Alejandro de la Sota (1913-1996) o José Antonio Coderch (1913-1984) que dejaron una magnífica obra, "y que si hubieran vivido en otro país hubieran tenido el reconocimiento internacional".
El equipo que ha llevado a cabo este ingente proyecto ha tenido el mismo espíritu revisionista con la llamada arquitectura del turismo, que ha podido ser contemplada con más distancia y menos prejuicios.
El inventario, que se ha dividido en cinco zonas geográficas, tiene una encomiable vertiente de servicio público. Sin ir más lejos, los ciudadanos pueden organizarse a través de la web para impedir, por ejemplo, que la falta de sentido común derribe edificios que no lo merecen. O poner la firma a edificios anónimos. Los datos se ampliarán en otra fase del proyecto que los autores confían empezar pronto.
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