Imagen: World Architecture News |
Julio Valdeón | El Mundo, 2011-01-26
Tiene ochenta y un años pero todavía descorcha lágrimas ajenas, de emoción, cuando constatas que Frank Gehry sigue enchufado, dibujando edificios donde la espectacularidad no riñe con la ciudadanía. En los últimos tiempos acaso había repetido demasiado las líneas del Guggenheim, subrayado las líneas rotas que lo encumbraron, los golpes de efecto, con el riesgo de deslizarse hacia el siempre paródico autohomenaje. Aunque el rascacielos que ha levantado en Manhattan, junto al puente de Brooklyn, sea un prodigio, algunos lamentaban que ya no ofreciera sorpresas, que solo lo contratasen inversores obsesionados con el rédito que procura su nombre.