Barcelona : Gustavo Gili, 2010.
143 p. : il. col.
En: "2G : revista internacional de arquitectura = international architecture magazine", N. 55 (2010)
Texto en español e inglés.
ISBN 9788425223747*
Materias:
Robbrecht, Paul, 1950.
Daem, Hilde, 1950.
Robbrecht en Daem Architecten.
Arquitectura - Siglo XXI.
Biblioteca | Series A-72(082) *DOS/55
Este número de 2G presenta dieciocho proyectos de Robbrecht en Daem, quince de ellos construidos, que abarcan desde espacios públicos para diversas ciudades belgas (Amberes, Gante o Knokke), equipamientos de gran importancia en la ciudad, como el auditorio de Brujas, hasta pequeños proyectos insertos en el paisaje, como una cabaña en el bosque, unas torres de observación o un palomar. Las obras vienen precedidas de dos ensayos críticos a cargo del arquitecto británico William Mann y de la actual directora de la Whitechapel Gallery de Londres, Iwona Blazwick, y se cierran con una reflexión del propio Paul Robbrecht acerca de la relación entre la pintura y la arquitectura.
INDICE
Introducciones
Desplazado por William Mann
Una obra de arte entra en la sala por Iwona Blazwick
Obras y Proyectos
Auditorio, Brujas
Cabaña en el bosque, Sur de Flandes
Reconversión de una antigua lechería, Gaasbeek
Pabellón de jardín, Sint-Martens-Latem
Rubensplein, Knokke
Palomar, Dorst
Leopold De Waelplaats, Amberes
Archivo municipal Sint-Felixpakhuis, Amberes
Oficinas de Robbrecht en Daem/Marie-José Van Hee, Gante
Torres de observación, Boston y Lincoln
Exposición Möbel und Raüme für Hermann Lange. Mies van der Rohe und Lilly Reich, Krefeld
Filmoteca, Bruselas
Reforma y ampliación de la Whitechapel Gallery, Londres
Centro comercial Sint-Janspoort y viviendas, Kortrijk
Espacios públicos en el centro histórico, Gante
Biblioteca universitaria, Gante
Bodega, Pomerol
Zoo, Amberes
Biografía
Nexus
Arquitectura sobre pintura por Paul Robbrecht
Extracto de la primera introducción: Desplazado
William Mann'Recuerdo haber leído, en algún libro olvidado hace ya tiempo, que los lugares más memorables no vuelven sobre sí mismos ni representan nada que sea exterior a ellos, sino que van al encuentro de otra entidad individual'.
Juan Muñoz
Corre la década de 1980 y ya se distingue la voz inconfundible de esas palabras clave en Gante y alrededores: la casa Mys de Oudenaarde, la exposición de René Heyvaert, el banco Bacob en Kerksken. Los arquitectos, de treinta y tantos -ya llevaban diez años de oficio-, habían encontrado los temas a partir de los cuales confeccionarían su obra durante el siguiente cuarto de siglo.
Con la casa Mys (1983-1986) asumen la postura del arquitecto como alguien que llega tarde a una obra centenaria -una lección importante- añadiendo aquí, quitando allá. El punto de partida ya es extraordinario: una casa medieval con un hastial escalonado en la parte trasera y una fachada clásica en la fachada principal, un caso de estudio de los pequeños engaños que convierten la alborotada realidad de las dimensiones aleatorias en un orden aparente. Sus añadidos son seguros, sencillos, pero ligeramente disonantes: un invernadero con una cubierta a dos aguas de pendiente pronunciada, una leñera con columnas, una escalera de acero que va del estudio al jardín. Sus recortes resultan más extraños, más intensos: una ventana apaisada entre el fregadero y el jardín, otra horizontal recortada en el comedor clásico, un lucernario alto y cónico en la biblioteca de la planta primera; todos constituyen imágenes ambivalentes, conexiones marcadas y chorros de luz. Sus intervenciones espaciales no son sólo el final de una larga línea de transformaciones, sino que ceden el protagonismo a la sobriedad de las piezas de Juan Muñoz y Thierry De Cordier -una barandilla curva de madera que emerge de la pared, un 'para siempre' escrito a mano en la ventana apaisada- que alegremente conjuran un pasado inexistente y una eternidad escurridiza.
En la abadía de Bijloke (Gante, 1986) dividen una de las salas para constituir un escenario de las frágiles obras de René Heyvaert. Esa tarea, aparentemente directa, está cargada de sutileza y fricción: se da a las salas un sentido de contención mediante una cornisa saliente en la parte alta de los nuevos muros, el techo de madera oscura empuja con fuerza desde arriba, los muros se detienen justo antes de llegar a la estructura existente, creando un momento de tensión en el que un apéndice esbelto de la divisoria se pliega en forma de cornisa, un gesto violento entre el corte sombrío y la altura de la puerta. El ritmo y la proporción majestuosos de las ventanas de la abadía choca con una melodía irritante; construir un escenario domesticado para obras de carácter lírico y personal.
En el banco Bacob (Kerksken, 1988), un vestíbulo a doble altura se ilumina mediante una serie de cortes en todas sus caras. Las paredes se perforan tanto desde dentro como desde fuera, de tal forma que se perciben como sombras y como luces. La luz que arroja un lucernario curvo se ancla al suelo en un movimiento en espiral producido por la diagonal de la escalera. La sensación de algo sagrado, de tener que bajar la voz, es exagerada para una sucursal bancaria. El concepto de trascendencia que transmite resulta algo extraño y excesivo para dicha actividad. Sin embargo, el manejo de la luz, la sombra, la masa y la escala es confiado e inconfundible. (...)
Copyright del texto: sus autores
Copyright de la edición: Editorial Gustavo Gili SL
Extracto de la segunda introducción: Una obra de arte entra en la sala
Iwona Blazwick'La presencia del arte en nuestra arquitectura surge realmente de una necesidad. El arte aparece en el diálogo durante las primeras fases del proyecto como una especie de presencia crítica. Su papel es, por tanto, el de un ejecutor, 'el otro' con relación al espacio arquitectónico.'
Paul Robbrecht
En un pasillo se alza una figura solitaria de bronce que mira por la ventana. Tiene cabeza y torso pero, en lugar de piernas, se mantiene en equilibrio sobre una base esférica, como un tentetieso, con todo su peso concentrado en un solo punto. Sus facciones son elegantes, impasibles e introvertidas. Compartimos el mismo espacio físico con esta escultura del artista español Juan Muñoz, pero nos es remota. A un nivel más profundo la reconocemos como humana, pero física y psicológicamente es ‘otro’. Situada en las oficinas de Robbrecht en Daem, en Gante, esa obra de arte es representativa de una generación de artistas europeos con quienes los arquitectos han crecido, y también podemos considerarla como un representante de su carácter distintivo.
Conocí a Paul Robbrecht y Hilde Daem en la inauguración de una exposición de Juan Muñoz en el Van Abbemuseum de Eindhoven en 1991, una muestra excepcional donde las salas de exposición ofrecían toda una puesta en escena que desplegaba lo vernáculo español -suelos de baldosas, balcones, balaustradas elaboradas-, habitado por figuras con una gran carga cultural, como enanos, bailarinas y muñecos de ventrílocuo. A medida que la década de 1990 avanzaba, seguía encontrándome con esa pareja contemplativa en otras inauguraciones: en Düsseldorf, París y Amberes.
Era (y sigue siendo) infrecuente ver arquitectos tan atentos al arte contemporáneo. Su introducción al potencial de las artes visuales en el contexto de la arquitectura se había originado en un destacado experimento de comisariado titulado Chambres d’amis. Frustrados por la escasez de recursos, el museo de arte contemporáneo de Gante había persuadido a los residentes locales para que cediesen sus hogares a obras creadas por cincuenta artistas nacionales e internacionales. En verano de 1986 se invitó a los artistas conceptuales Daniel Buren, Joseph Kosuth, Dan Graham, Sol LeWitt, Bruce Nauman y Lawrence Weiner, a exponentes del arte povera como Jannis Kounellis, Mario Merz y Giulio Paolini, y a figuras más jóvenes, como Juan Muñoz y Jan Vercruysse, para que crearan obras de arte originales en el interior de esos espacios domésticos. El potencial fenomenológico y participativo implícito en el arte de posguerra se desató en los ambientes modestos de los comedores y pasillos de la gente.
Con este proyecto histórico debutaba una nueva generación de artistas europeos que tomaba las propuestas estéticas del minimalismo y del arte povera para trasladarlas a los objetos y figuras de la vida cotidiana. Paul Robbrecht y Hilde Daem maduraron junto a los artistas contemporáneos más jóvenes.(…)
Robbrecht en Daem han trabajado en colaboración con muchos de esos artistas y han desarrollado dos metodologías claras. La primera implica trabajar junto al artista en la evolución de un proyecto. En cierta manera, eso les permite realizar su propia contribución distintiva a la estructura de un edificio. La segunda podría describirse como una predisposición hacia la creación de espacios para exposiciones de arte -una actitud hacia el volumen, la luz, la superficie- que está inspirada por la práctica artística.
En 1992, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Robbrecht en Daem colaboraron con Juan Muñoz para crear un pabellón titulado La casa donde siempre llueve. El pabellón es una estructura donde el arte y la arquitectura se reúnen en una búsqueda embriagadora de la experimentación pura. Situándose en algún lugar entre el capricho arquitectónico y la maqueta, el pabellón constituye un espacio real, construido de manera que puede observarse y ocuparse pero que no tiene una finalidad aparente. La 'casa' de Robbrecht en Daem está completamente abierta a los elementos y alberga en su interior cinco figuras de bronce expuestas a la energía de la intensa luz española que atraviesa sus listones de hierro. Las propias figuras se alzan sobre bases esféricas, condenadas a no moverse de su jaula espiritual. El edificio abraza su entorno; la brisa sopla a su través y los listones de hierro son como líneas negras dibujadas sobre el paisaje: un escenario que seduce nuestra mirada.(…)
Copyright del texto: sus autores
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