Luis Alemany | El Mundo, 2009-04-05
«Luis Peña Ganchegui consiguió que su arquitectura fuera tal como él ha sido personalmente». Así definió César Portela a su colega guipuzcoano (Oñate, 1926) con la noticia de su fallecimiento recién llegada a casa. ¿Y cómo fue Peña Ganchegui?
«Luis ha sido un hombre como una roca, protegido por su sentido del humor, tan característico, pero que, por dentro, era todo emoción», continúa Portela. Es decir, como el conjunto que conduce al Peine de los Vientos, de Eduardo Chillida, al fondo de la bahía de San Sebastián, a la sombra del Monte Igueldo. «Nunca la arquitectura ha pasado tan desapercibida, pero nunca ha sido tan importante ni tan lírica. Las piezas de Chillida son muy buenas pero si tienen la potencia que tienen es gracias a la alfombra de granito que le puso Peña Ganchegui».
Claro que la intervención del Peine de los Vientos es ya una obra de madurez, concluida en 1977, cuando su coautor ya tenía 51 años. En realidad, su historia como arquitecto empezó mucho antes, en los heroicos 40, cuando ingresó en la Escuela de Madrid, en la misma promoción de Fernando Higueras, entre otros. Y lo de tiempos heroicos alude a la hostilidad de la época hacia la arquitectura moderna.
Luis Moya, un profesional muy identificado con el régimen franquista, dijo en esa época que deploraba las obras funcionalistas de los años de entreguerras «porque es arquitectura judía». Mientras, los Josep Lluís Sert, Félix Candela y Secundino Zuazo, los grandes nombres del periodo anterior, afrontaban el exilio, interior o exterior.
En contra de ese reaccionarismo arquitectónico destacaron pronto personalidades como las de Alejandro de la Sota, Francisco Sáenz de Oíza y Miguel Fisac, los hermanos mayores de Peña Ganchegui en la Escuela de Madrid, o el de Oriol Bohigas en Barcelona.Las sesiones de crítica del Colegio de Arquitectos de Madrid, relacionadas con la Revista Nacional de Arquitectura, fueron el puente entre esas dos quintas y el núcleo de una nueva forma de entender el oficio.
Además, había vida más allá de la Escuela. Peña Ganchegui, que, como tantos, entró en Arquitectura porque no se atrevió a cumplir su deseo de ser pintor, frecuentó los círculos literaros del momento. Juan Benet y Luis Martín Santos fueron sus amigos y lo introdujeron en la tertulia de Pío Baroja. Baroja, a su vez, despertó en él una idea crítica y apasionada del hecho de ser vasco.
Porque la historia de Peña Ganchegui, por cierto, no debe ser contada con Madrid como principal escenario, ya que su obra y sus preocupaciones intelectuales han estado fuertemente vinculadas al paisaje y a los artistas de su tierra. Allí, construyó las primeras obras de su carrera, la Torre Vista Alegre, en Zarauz, la Plaza de la Trinidad de San Sebastián y la Casa Imanolenea, en Motrico. En este pueblo costero abrió su primer estudio y construyó, en muy poco tiempo, 30 obras, la mayoría de ellas viviendas. Viviendas distintas, eso sí. En ellas, se observa «un universo propio, donde, junto al respeto por la arquitectura vernácula, tuviera cabida la revisión crítica de las corrientes internacionales», según escribió en este periódico José María Fernández-Isla.
«Mi obra ha estado fundamentalmente condicionada por su relación con lo natural, sobre todo en lugares que se encontraban en el límite entre el casco urbano y la naturaleza. El límite de la ciudad construida ha sido el motivo de mi arquitectura», dijo el propio Peña Ganchegui en 1999, cuando recibió el Premio Antonio Camuñas.
Así que por un lado está la tierra. Y por el otro, los artistas vascos que en esa misma época también trataban de casar lo autóctono y lo universal y que también trabajaban con el territorio: Chillida, Oteiza, Ibarrola. La obra de los dos primeros, por cierto, podrían aceptar la definición que Portela aplicó a Peña Ganchegui: de piedra por fuera, todo emoción por dentro.
El nombre de Chillida está muy vinculado al de Luis Peña Ganchegui.En 1976 recibieron un encargo del Ayuntamiento de Vitoria para reformar la plaza de Abastos y convertirla en la Plaza de los Fueros. El proyecto no fue bien recibido (demasiado moderno) y acabó por ser rebajado en su ejecución, pero la pareja quedó satisfecha y se citaron de nuevo en San Sebastián, un año después, en el terreno que quedaba al final del Paseo del Tenis donostiarra.Es decir: un solar en el límite entre la ciudad y la no ciudad con la naturaleza muy presente y un nosequé absolutamente vasco en el paisaje. Todos los temas gancheguianos en plenitud.
Y, sin embargo, el arquitecto decidió hacerse invisible y realzar con lirismo el paisaje atlántico y las piezas de Chillida. «Es que Luis Peña Ganchegui nunca quiso hacer arquitectura para su lucimiento. El estaba en otra cosa», dijo César Portela. Por eso, su nombre cayó en un relativo olvido.
- Luis Peña Ganchegui, arquitecto, nació en Oñate (Guipúzcoa) en 1926 y falleció el 3 de abril de 2009 en San Sebastián.
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