2009/04/16

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La mujer y la arquitectura
Javier Domínguez Rodrigo | Las Provincias, 2009-04-16


La École Nationale et Spéciale des Beaux-Arts de París, que tenía sus orígenes en las Academias de Pintura, Escultura y de Arquitectura creadas en 1648 y 1671 durante el reinado de Luis XIV, sería la más prestigiosa institución educativa en su especialidad hasta la creación de la Bauhaus en el siglo XX.

Su influencia trascendió Europa y se hizo notoriamente visible en la América de finales del XIX, sirviendo de modelo para las nuevas escuelas de diseño de Harvard, Pennsylvania, Massachussets y Berkeley.

Y es precisamente en los Estados Unidos donde la primera estudiante de arquitectura obtendrá su título, en la Cornell University en 1880, llegándose a las 39 egresadas a principios de siglo. Porque, hasta el siglo XX, a las mujeres les había estado vetado el ingreso a la universidad. Son las luchas y reivindicaciones de los colectivos feministas las que acabarían posibilitando el acceso de la mujer a la enseñanza superior.

En Alemania habría que esperar a 1908 y en España al triunfo de la II República. Matilde Ucelay (Madrid, 1912) será la primera arquitecta española, finalizando sus estudios el 15 de julio de 1936, días antes de que estallara la guerra civil.

Protagonista, por ser la primera mujer con el título oficial, la Sociedad de Arquitectos le rinde un homenaje al que asiste el ministro de Gobernación Amós Salvador y destacadas personalidades de la República, lo que le supondría la inhabilitación al finalizar la contienda.

Perteneciente a una familia intelectual y progresista (su madre colaboraba con Federico García Lorca), coincidió en el Bachillerato con otras destacadas mujeres de su generación como Ángeles Gasset y Jimena Menéndez Pidal.

En la Escuela de Madrid fue alumna de Modesto López Otero y compañera de Fernando Chueca Goitia. Y aunque su vida profesional viniera marcada por aquella dura posguerra, dejaría una importante obra construida, destacando numerosas viviendas unifamiliares.

Y es que la incorporación de la mujer al mundo profesional fue una consecuencia de la modernidad. Durante siglos, una sociedad con abrumadora dominación masculina aisló a la mujer en lo doméstico y en lo interior. Incluso, en la historia reciente de la industrialización arquitectónica, las pocas mujeres que lograron brillar fueron eclipsadas por el renombre de sus compañeros o mentores: Margaret Mac Donald por Charles Rennie Mackintosh, Lilly Reich por Mies van der Rohe, Aino Marsio Aalto por Alvar Aalto, Alison Smithson por Peter Smithson...

Afortunadamente, el siglo XX ha supuesto la definitiva incorporación de la mujer como profesional activa a la sociedad. Y, hoy, son ya muchas las mujeres que pueblan el olimpo arquitectónico.

Sin embargo, hasta la fecha es la anglo-iraquí Zaha Hadid la única que ha conseguido -2004- el Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. El año anterior había obtenido el prestigioso Premio Mies van der Rohe.

Nacida en Bagdad en 1950, obtuvo un grado académico en matemáticas por la Universidad Americana de Beirut antes de estudiar en la Architectural Association de Londres. Tras graduarse se convirtió en socia de la oficina de Rem Koolhaas, que había sido profesor suyo, hasta que en 1979 abre su propio despacho en Londres.

Su obra es siempre una experimentación de soluciones formales que desafían las leyes de la física. No en vano, durante los años setenta y ochenta, Hadid fue considerada una paper architect cuyas obras nunca verían la luz dada su complejidad. Y probablemente de no haber construido la estación de bomberos Vitra en la localidad alemana de Weil am Rhein no hubiera despegado profesionalmente hasta convertirse en una de las grandes figuras del siglo XXI.

En muchos de sus trabajos disocia la estructura del espacio en su noción más euclidiana generando unas superficies que se desfasan en favor de una estética de la levedad que recuerda al filósofo francés Jacques Derrida. Sus proyectos son un constante juego de curvaturas y superficies que llevan las respuestas tecnológicas al límite, plasmando una visión futurista.

Entre su extensa producción podemos destacar: el Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal, Cincinnati, Ohio; la plataforma de saltos de esquí Bergisel, Innsbruck, Austria; el edificio central para la empresa BMW, Leipzig, Alemania, y el pabellón puente de la Exposición Internacional de Zaragoza.

Otra de las grandes arquitectas europeas actuales es Gae Aulenti (Udine, 1927), internacionalmente conocida como autora del Museo de Orsay de París (1986) y la reconstrucción del teatro La Fenice de Venecia. Otras de sus obras más destacadas son: el Pabellón de Italia en la Exposición Universal de Sevilla de 1992, la reforma del Palacio Nacional de Montjuïc en Barcelona, actual sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Asian Art Museum de San Francisco y el proyecto de la estación Cardona delle Ferrovie Nord en Milán.

Aunque, hoy, el elenco femenino es tan extenso como excelente, sí debemos citar al menos dos valores emergentes: Kazuyo Sejima -SANAA-, autora del Museo de Arte Contemporáneo de Japón y del proyecto de ampliación del IVAM en Valencia, y también Natalie de Vries, miembro de MVRDV y multifinalista del premio Mies van der Rohe: Frosilos Copenhage, Hageneiland, el Pabellón de Holanda en la Expo de Hannover...

Y también son muchas hoy las arquitectas españolas con prestigio internacional: María José Aranguren López -Aranguren + Gallegos-, Fuensanta Nieto -Nieto-Sobejano-, autora del Palacio de Congresos de Aragón de la Expo Zaragoza de 2008, Ángela García de Paredes -Paredes-Pedrosa-, Sara de Giles Dubois -MGM-, Carme Pinós, conocida por la Torre Cube en México, Benedetta Tagliabue -EMBT-, cuyas obras más destacadas son el mercado de Santa Catalina y el Parlamento de Escocia, Carmen Espegel, Concha Fisac, Izaskun Chinchilla...

Gracias a todas ellas, auténticas pioneras y heroínas del espacio, parafraseando a Espegel, que nos legaron obras de enorme creatividad y belleza, hoy podemos ver el mundo desde una perspectiva más amplia y generosa, donde lo masculino y lo femenino no son ni contrapuestos ni excluyentes, lo que nos hace a todos mucho más libres.

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