Un libro recupera el proyecto de la escultura que Oteiza iba a construir en el barrio de Salamanca. El edificio tiene la belleza de las matemáticas", dice Eduardo Delgado.
Edificio Beatriz, Madrid
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- Historia de una escultura que Oteiza proyectó para Madrid
- El guardián ausente del VIPS
- Un libro recupera el proyecto de la escultura que Oteiza iba a construir en el barrio de Salamanca
- "El edificio tiene la belleza de las matemáticas", dice Eduardo Delgado
- Patricia Gosálvez | Madrid | El País, 2010-02-15
Delgado es el conservador del Beatriz, el nombre oficial del edificio de Eleuterio Población al que todos los madrileños llaman el "VIPS del barrio de Salamanca". La propiedad (Vyosa) le encargó "poner en valor" esta construcción setentera, "muy singular, pero muy desconocida". Rebuscando en el pasado del edificio, encontró una historia fascinante: la punta de un ovillo que le llevó a un minotauro. La narra en el libro recién publicado Artrópodos y omatidios, el proyecto de Jorge Oteiza para el edificio Beatriz, una historia inconclusa.
Nunca se erigió, pero Oteiza llegó a proyectar la escultura, aunque no llegó a cobrar por ello. Hubiera sido la primera gran obra del genial escultor en la vía pública madrileña.
En 1974, con la obra casi terminada, Eleuterio Población convocó por iniciativa propia un concurso restringido para adornar con una escultura la entrada de su edificio (que sería la sede del Banco Popular). Sólo había dos participantes, Jorge Oteiza y Néstor Basterrexea. Ganó el primero. Al escultor vasco le fascinó el Beatriz: "Me impresionó por su racionalismo y su sobriedad", escribió en la memoria de la escultura.
"Tal vez no sea un edificio brillante", dice Delgado. "Pero la estructura es fuera de serie, tiene la belleza de las matemáticas". Y agrega: "Eleuterio Población estaba obsesionado con la modulación". Creó una piel que repetía una misma pieza de hormigón. La fachada, como el resto del edificio, está "ritmada" con la serie Fibonacci (en la que cada número es la suma de los dos anteriores: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8...).
"Todo el edificio no es más que la expresión plástica de una teoría de números", dejó escrito el arquitecto. Oteiza aceptó el juego. Tomó uno de los pilares del edificio, le encontró la raíz de cinco, lo dividió en dos bloques, desplazó uno de ellos, le colocó en la punta un cubo de Malevich... El resultado de tanta abstracción fue, según el escultor, un "crustáceo con dos pinzas amenazantes", una escultura que "se asoma al exterior como un minotáurico y simbólico crustáceo de contenida agresividad que funciona como un habitante y un guardador del edificio". Pero el bicho prehistórico que defendía la arquitectura contemporánea nunca llegó a construirse.
"Los viejos del lugar recuerdan a un escultor iracundo", dice Delgado de lo que ocurrió después. En su libro narra la rocambolesca trama de "un fracaso anunciado". Por un lado, la construcción del edificio se estaba alargando demasiado (casi 10 años), el banco se impacientaba y aquella escultura, antojo del arquitecto, lo complicaba todo.
Por otro lado, se impacientaba Oteiza. "Era un cascarrabias, las ofensas le animaban", dice Delgado. Al escultor le iba la marcha. Pedro Manterola, presidente de la Fundación Oteiza, describió así al artista: "Las traiciones innumerables que recibía constantemente, a juzgar por sus quejas, le ponían de un magnífico humor de perros. Se mesaba la cabeza, levantaba la voz, ensayaba una mirada amenazadora y juraba venganza. En fin, que se divertía enormemente con su propio espectáculo".
Viendo que la escultura del Beatriz no avanzaba, Oteiza, con el proyecto finiquitado, decidió quemar sus naves. Empezó a mover hilos, a llamar a gente, a quejarse de cómo le estaban tratando (de un modo que Delgado describe como "un mono con una escopeta de feria"). Revistas como Arquitectura y Nueva Forma publicaron cartas y artículos sobre la polémica. Cuando le preguntaban sobre el asunto, Oteiza no se cortaba un pelo: "De concursos, exposiciones, de España, Madrid, arquitectos, arte, críticos, centralismo, lentitud, irresponsabilidad, mentira, quedé harto", decía desde su refugio del País Vasco.
Sobre el Beatriz concretó irónico: "Pensé que era la última oportunidad para dejar algo en Madrid, pero 27 consejeros del Banco Popular mostraron su interés en comprender y supervisar la escultura". El tiro le salió por la culata, "tanta publicidad chocaba frontalmente con la cultura de discreción y anonimato que caracterizaba al Banco Popular", explica Delgado.
Así las cosas, en 1975 el edificio se inauguró sin la escultura. Oteiza siguió reclamando, al menos, sus honorarios por el proyecto. El problema es que no tenía nada por escrito, no existía un documento que avalase el encargo, el concurso se había resuelto por teléfono. Según el escultor, con premeditación de lo que a estas alturas ya tildaba públicamente como "una estafa".
Al final, Oteiza se aburrió del asunto. "Realmente no tenía tiempo que perder, ni interés en ocuparse más allá de un rato de sus enemigos", escribe Manterola sobre el escultor. Lo del Beatriz fue una ofensa más que echarse a la espalda, gasolina para luchar con belleza contra un mundo que no estaba a la altura.
Eleuterio Población optó por no insistir ni meterse en más líos y los propietarios del edificio guardaron toda la historia en el cajón donde décadas después la encontró Eduardo Delgado. Su libro esconde una esperanza: que el minotauro se construya.
Sería la primera gran obra del genial escultor en la vía pública madrileña (sólo hay un mural y algunas obras menores en espacios semipúblicos). "Tanto los propietarios del edificio como la Fundación Oteiza creen que es una buena idea", dice Delgado. Pero de momento, es sólo eso, una idea. Y ante la fachada del Beatriz un hueco en la acera sigue esperando a su guardián.
Edificio Beatriz
- Autor. Eleuterio Población.
- Construcción. 1967-1975.
- Estilo. Modular.
- Ubicación. Velázquez con Ortega y Gasset (Núñez de Balboa).
- Función original y actual. Oficinas y bajos comerciales.
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