El progreso ninguneó estos sitios, aunque muchos tengan valor histórico o estético. "Son espacios de anarquía, y hay gente que se revela contra el urbanismo que controla todo"
Cristóbal Ramírez | El País, EPS, 2010-09-12
Imagen: El País
Rastrean edificios abandonados y sus ambientes misteriosos. Los exploradores urbanos quieren capturar el tiempo detenido. Publican blogs, libros y revistas. Hacen fotos, organizan encuentros, se cuentan secretos. Cada vez hay más. "No dañamos estos lugares, los amamos" Amaia y el morbo. Esta madrileña de 32 años creció como trabajan los espías: deseando entrar en lugares prohibidos. Uno la ve hoy con sus piercings, sus tatuajes corriéndole por el brazo, su carcajada-terremoto, y entiende al momento que le va la marcha. Le va desde pequeña. "Quién pudiera colarse ahí", se recuerda a sí misma suspirando. La pequeña Amaia veraneaba con sus padres en Durón, Guadalajara. Las aguas de un embalse cubrían (cubren) el antiguo pueblo. En los meses de sequía sobresalía un campanario, y ella quería meterse allí. No pudo, pero se tomaría la revancha por otra parte. En 2006 decidió acudir a una de esas fiestas llamadas raves. Era en un matadero ruinoso de Villaviciosa, en Madrid. Estaba todo oscuro. Solo se oía música y pudo ver poco. "Hostia, yo tengo que volver", pensó. Volvió con un grupo de amigos otro día y recorrió sus estancias. Disparó fotos para su blog (http://abandonadoasusuerte.blogspot.com). Sintió miedo y un no sé qué en el cuerpo. Sintió el sueño cumplido.
Igual que otros. A los exploradores de lugares abandonados, un movimiento planetario que cada día suma nuevos integrantes, les da por meterse donde no les llaman. Se pasan las horas muertas de ocio buscando viejos edificios que un día estuvieron ocupados y luego el progreso les dio la extremaunción y los dejó vacíos. Estaciones de trenes, fábricas, colegios, hospitales, minas, mansiones... El catálogo es amplio. No hay más que echar un vistazo por Internet y comprobar la cantidad de blogs y fotologs españoles dedicados a la exploración de sitios abandonados. Son más de 30. Y no digamos los cientos de portales extranjeros, sobre todo europeos.
La idea, de hecho, vino de fuera. El sitio estadounidense www.infiltration.org es uno de los pioneros. Fue casi una biblia. Su autor, Ninjalicious, murió en 2005, pero la página sigue funcionando. "Por el espíritu de la exploración", dicen sus sucesores. Ahí se puede ver cómo Ninjalicious recorrió lugares perdidos, se documentó e hizo fotos. Se muestra su idiosincrasia: "Nos interesa la emoción del descubrimiento, y probablemente tenemos más respeto y aprecio por los espacios ocultos que la mayoría de la gente que piensa que somos unos gamberros. No dañamos los lugares. Los amamos". Esa pasión por aquello que el asfalto no enseña le llevó a editar un fanzine en blanco y negro. Y hasta editó un libro-guía (Acces all areas), que se puede comprar en Amazon. Ninjaliciuos dejó escrito: "Muchos piensan que las únicas cosas que valen la pena ver son atracciones seguras y desinfectadas que requieren sacar una entrada".
Xavi se queda en silencio un par de segundos y empieza a filosofar: "Explorar abandonos es una experiencia alternativa al ocio reglado en el que te lo dan todo hecho". Xavi es Xavier Aragonés, 31 años, residente en Terrassa (Barcelona) y creador del blog http://xavieraragonesfoto.wordpress.com. Cree que la tendencia tiene que ver con la moda de recuperar lo antiguo y escapar. "Estos sitios están en el campo, en las periferias urbanas, al margen de la planificación. Son espacios de anarquía, y ahora hay mucha gente que se ha rebelado contra el urbanismo que lo controla todo".
Esta búsqueda de lo marginal se hizo fuerte durante la burbuja inmobiliaria. La sociedad española tenía el visor puesto en los nuevos desarrollos urbanísticos y los edificios-espectáculo hasta para albergar fábricas. Y olvidó la arquitectura civil de épocas menos doradas o aquella que se convertía en ruina por la dejadez de las autoridades. El progreso viento en popa ninguneó estos sitios, aunque muchos tengan valor histórico o estético y sean joyas en bruto. Algunos jóvenes desencantados con el presente se fijaron en ellos.
Para encontrar abandonos hay que ir siempre alerta. Conducir y dar un volantazo porque se ha visto un inmueble de aspecto dejado. Comprobar si tiene los cristales rotos (prueba irrefutable de que no está habitado). Investigar, revisar documentación previa si existe, conocer a fondo el lugar, preguntar a gente de la zona. Es el modus operandi. Y dentro, ir vigilando siempre por dónde se pisa, si el suelo está firme, si hay objetos cortantes. Y darle a la cámara. Y dejarse llevar por la atmósfera de cortinas retorcidas, mugre sobre mugre y techos despellejados. Xavi describe lo que siente: "Acostumbrarte al silencio y agudizar los sentidos es parte del aliciente. Una gota que cae resuena como una bomba".
Sylvain Margaine, un francés que vive en Bélgica, le ve a estos safaris una finalidad educativa: "Creemos que los sitios abandonados y sin futuro son parte de nuestra herencia cultural, así que antes de que todo se pudra o desaparezca, explorémoslos. Es arqueología moderna". Sylvain documenta lugares en una especie de obsesión bibliográfica que asusta. Es el único artífice de www.forbidden-places.net, una web con un total de 71 exploraciones y cerca de 2.000 fotos de cuatro continentes. Tuvo 50.000 visitas el pasado mes de marzo y los internautas le dejan comentarios como si le besaran los pies. Sylvain incluso comercializa un libro con sus hallazgos.
Le gusta mostrar números: ha explorado 21 fábricas, 13 hospitales y asilos, 14 ruinas entre iglesias, castillos y teatros, ha escalado 5 tejados, ha gateado por 9 laberintos subterráneos, ha disfrutado con 5 estaciones de tren sin pasajeros y ha puesto el pie en 4 complejos militares. No está mal, ¿no? Pues aquí viene la traca: "Tengo más de 2.000 localizaciones durmiendo en mis discos duros. ¡La página solo muestra una pequeña parte!". ¿Y no era él quien abanderaba la salvación de estos lugares para el disfrute colectivo? Ups, tema delicado.
Existe un código: no revelar a desconocidos toda la información que se tenga. Que no se sepan todas las coordenadas de un espacio. No dar a conocer localizaciones a menos que estén trilladas. Hay mucha desconfianza. Si estos lugares se hacen muy conocidos, argumentan los exploradores, existe el riesgo de que se metan vándalos o grafiteros y alteren la situación en que se encuentra todo y su aura misteriosa. O que llegue a oídos de los dueños del edificio o las autoridades y prohíban el acceso. Amaia se pone frenética: "Nadie es dueño de nada. Todos hacemos algo ilegal".
Otra regla no escrita: no te lleves nada, deja solo pisadas. En www.urbexforum.com no se acepta a cualquiera. Es un club internacional en el que sus cientos de usuarios comentan abandonos y se dan consejos. Tres integrantes, entre ellos el fotógrafo profesional Elmar Dam, editan la revista bianual Explonation (www.explonation.com). Urbex también organiza Explo, la quedada anual en algún punto de Europa. Un fin de semana con acampadas, barbacoas y safaris. Pero solo pueden acudir unos cuantos. Los elegidos. Allí se interactúa sin problemas porque se supone que todos los asistentes son de fiar. El año pasado se visitó la Kent School de Düsseldorf, en Alemania, donde entrenaban las juventudes hitlerianas. Siempre son lugares especiales. Ya sea por lo complicado de los accesos o por su valor histórico. De España, hasta el momento, solo van tres personas.
Quique Hornero, de 36 años, confía en que le acepten este año. Él comenta en el foro de Urbex y conoce a algunos de sus integrantes, que ya empiezan a verle como alguien de confianza. Pero Quique necesita ser un miembro de pleno derecho. Mientras, va alimentando su blog (http://unapausaeneltiempo.blogspot.com) desde Barcelona, donde vive, con sitios como una empresa vinícola que parece sacada de una película de terror. "Me llamó la atención lo bien cerrado que estaba el edificio, pero al final había una puerta abierta", comenta. Otra regla más: no se pueden forzar cerraduras ni ventanas.
Quique se considera "un enganchado". En ocasiones le llaman friki. "El laboratorio de la bodega estaba intacto. Con los potingues de las catas y las pruebas. Era genial. Las bolsas con tierra para las viñas. Los grandes depósitos para el vino...". Hay veces que los guardas de seguridad de terrenos adyacentes le han pillado con las manos en la masa. En esos casos, Quique y sus colegas les han contado lo que hacen. Siempre les han dejado en paz. Alguno incluso se ha prestado a hacer de guía turístico.
Club Cela es la red más importante de exploradores españoles, con cientos de visitantes y 50 personas que participan habitualmente. Se compone de dos páginas: el foro www.clubcela.com, para compartir experiencias y fotos, y http://celatelevision.blogspot.com, donde se cuelgan vídeos.
-Hola, después de dos días bélicos con visitas a una estación de radar y un aeródromo, nos hemos venido a descansar.
Habla Stewie, uno de sus presentadores. Está en un hotel cerca del bosque de Sherwood, en Inglaterra, sentado en una carretera. Tiene un micrófono en la mano. Entra con su cámara en el edificio y graba el interior. Le gustan los planos de detalles: una carta en el suelo y un tenedor solitario.
Daniel Gil tiene 26 años y no es un don nadie en el mundo de los abandonos: pertenece a Urbex , fundó el Club Cela y actualiza la web www.ultima-visita.com. Le priva el periodo de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que se haya recorrido Alemania: unas instalaciones militares de la extinta URSS, una base de espías y el sanatorio de Beelitz. No quiere dar más detalles ni más nombres.
A Juande López, granadino, también le gusta la historia. Amaia, la de armas tomar, le escribió en su blog (http://abandonalia.blogspot.com), y ahora siempre van juntos de exploración. Se han paseado por la parte cerrada de la estación madrileña de Príncipe Pío, con sus hierros mohosos y sus montacargas inmóviles. Lo mejor les pasó en Bélgica. Fueron a visitar la mina de Cheratte, un complejo de estética neogótica. Pero la moda de visitar los abandonos se ha extendido tanto que un tal señor Gomes, portugués, se había hecho con unas llaves de la entrada y cobraba 10 euros. Los pagaron igualmente. El señor Gomes cerró la puerta y se largó. "Tenéis una hora", dijo. Amaia y Juande ya sabían que les iba a saber a poco.
Fuente | El País
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