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Nació en 1953 como el rascacielos más alto de Europa. Imagen del desarrollismo y de la autarquía franquista, vecinos ilustres como Álex de la Iglesia hablan del Edificio España
Julián Méndez | El Diario Vasco, 2011-02-23
En su inauguración, en un ya lejano día de 1953, el Edificio España fue presentado por el franquismo como el rascacielos más alto de Europa: 117 metros de alto en 25 plantas tiene esta joya del desarrollismo levantada en tiempos de autarquía y miseria por los hermanos Julián y José María Otamendi, dos guipuzcoanos a quienes el General quiso recompensar a lo grande por haber terminado la línea de Metro que unía Cuatro Caminos con el centro de Madrid.
Hoy, como una vieja cortesana decrépita que espera un guiño del destino, el inmueble enclavado en el centro de la capital aguarda, vacío de actividad e inquilinos, un nuevo futuro.
«Le llamaban el edificio del taco. Todos los que pasaban a su lado soltaban alguna exclamación al verlo tan enorme. Para el régimen tuvo su importancia; fue como una carta de presentación de que en España podían hacerse grandes cosas», recuerda para V Pedro Montoliú, cronista oficial de la Villa de Madrid.
Erigido por la Compañía Inmobiliaria Metropolitana en un solar de 4.723 metros cuadrados, donde antes se levantaba el colegio de los Sagrados Corazones, el anuncio de su construcción desató un inusual debate en aquellos tiempos de unanimidad impuesta. La mole rompía la línea del horizonte madrileño, la llamada Cornisa Imperial que se extendía por el Palacio Real y la Basílica de San Francisco el Grande (la catedral de la Almudena aún tenía su planta a medias). El Edificio España, que no contó ni con licencia de obra, según testimonios de los primeros moradores, fracturaba así el 'sky line' de la época y puso en la picota al donostiarra Pedro Bigador, autor del Plan General de la ciudad.
Pero dio igual. El magno inmueble fue terminado en 1953, un tiempo récord. «Todo en la construcción fue a lo grande», resalta Montoliú. Bajo los 117 metros de altura del edificio se abrió una galería comercial que acogía 34 establecimientos y 300 oficinas comerciales. Había cinco entradas que daban salida al centro de Madrid, 32 ascensores (al principio sin memoria), 184 apartamentos, medio millar de ventanas, un hotel de cuatro estrellas (el Plaza), un restaurante y hasta una piscina en el último piso... La caraba. «El Edificio España costó 210 millones de pesetas de la época, una suma enorme», subraya Montoliú.
Desde el primer día se convirtió en un inmueble simbólico, en el fondo de las fotos que los turistas nacionales, unos privilegiados que dormían en pensiones y acudían al Santiago Bernabéu, se tomaban en la Plaza de España, con don Quijote y Sancho siempre en un deslumbrante primer plano.
Y aunque el edificio careció del glamour de la cercana Torre Madrid, donde se alojaban los actores americanos y tenían apartamento el mismísimo Luis Buñuel y hasta Sofía Loren, el Edificio España también tuvo sus pequeños destellos de gloria.
El periodista Alfredo Amestoy recuerda cómo, en 1954, se instalaron las oficinas de las compañías PanAm y Avianca. Los uniformes azules de azafatas y pilotos vinieron a otorgarle un cierto aire mundano a aquella mole de ladrillo castellano y a aquella ciudad cosida a los recuerdos de la guerra.
En el hotel, gestionado por la cadena americana Plaza, se hospedaron John Derek, de rodaje por España, y su aún desconocida esposa Bo (lanzada a la fama luego por sus movimientos pélvicos bajo la música, creciente y repetitiva, del Bolero de Ravel). También pasó por aquellas habitaciones una jovencísima Raquel Welch, antes del biquini blanco de 'El planeta de los simios' y Charlton Heston...
Piscina, Cugat y aperitivo
Otro de los inquilinos de entonces fue Xavier Cugat, aquel director de orquesta catalán, de ademanes tan finos como su bigote, caricato y con ojo para las mujeres campanudas que reinó un tiempo en el Hollywood del martini y las cinturas de avispa. Cugat se presentó a las puertas del España con un Rolls de color crema y una potranca al lado, lo más de lo más en la España de los 60. «Había también una piscina espectacular con vistas increíbles a la que se iba a tomar el aperitivo», apunta Amestoy que, cosas de la vida, conoció a su mujer en el hall del hotel del Edificio España.
Pero aquellos años de gris esplendor, podríamos decir, también pasaron. El lujo de mármol, mayordomos con librea y moquetas de dos palmos de espesor fue perdiendo el brillo. Aún así, la privilegiada posición del edificio, la disponibilidad y los buenos precios de sus apartamentos, lo hicieron lugar de recalada para los recién llegados a Madrid. El cineasta Álex de la Iglesia, expresidente de la Academia de Cine y director de 'El día de la bestia' y de 'Balada triste de trompeta', fue uno de ellos.
Recuerda Álex un edificio «decadente» dominado por un aroma húmedo y frío, convertida la galería comercial en un laberinto de pasillos y esquinas, con su sauna gay y «su jardín japonés cubierto de polvo». «Pero también conocí un edificio de los años 50, precioso, con una recepción de las más bonitas que he visto nunca en Madrid, con una arquitectura desarrollista y esplendorosa, al estilo de la serie 'Mad Men'. Todo un pasado glorioso cubierto de moho», resume. Una mezcla, se sonríe, de «decoración castellana con minimalismo de los 50, muebles de las hermanas Gilda y piezas de Mies van der Rohe». Puro kitsch.
Tres porteros gallegos
Esa vieja hetaira en que se había convertido el edificio en los 80, ese emblema de la decadencia, tenía también sus guiños, sus ventajas y hasta sus secretos... el silencio cómplice de los tres porteros, silentes y gallegos, el restaurante italiano Bocallino, donde Álex concedía sus primeras entrevistas entre un aroma de albahaca y sugo, transformado también en una extensión del hogar y de la familia, la patulea de tarambanas y vividores que rumiaban en el hall antes de ascender a la gloria alcohólica y humeante de la discoteca... «Podía pasar el día sin salir a la calle. Todo estaba a mi alcance», resume el expresidente de la Academia de Cine.
Flabio Martínez Labiano, director de fotografía y colega de Álex, recuerda que la primera vez que visitó el edificio iba al apartamento que poseía allí la familia del también cineasta Iván Zulueta. En esa misma vivienda del piso 13, el autor de 'Arrebato' y cartelista del primer Almodóvar, rodó cortometrajes experimentales en super 8, marajadas como 'King Kong', 'Mi ego está en babia', 'A malgam A' y 'El mensaje es facial': «A mí me alquilaron un apartamento en el piso 21. El recuerdo es un rascacielos de Manhatan de los años 50, anacrónico, como de capa caída».
Su memoria de cineasta pasea por la galería comercial, con su correspondiente establecimiento de Lladró, por los despachitos mínimos de abogados, arquitectos y agentes inmobiliarios, por los lentos ascensores que te subían sin paradas («cuestión de privacidad») hasta el piso veintitantos, por los espaguetis de restaurante servidos en casa, por sus vistas excepcionales... «Veías cómo se acababa Madrid, los descampados de Castilla, el Cerro de los Ángeles...», describe Labiano.
Los escasos residentes disfrutaban, casi en soledad, de un edificio que se vaciaba a media tarde y donde podían poner la música a tope, sin molestar, un escenario solitario para ensoñaciones y andanzas que luego fueron llevadas al cine en 'El día de la bestia', rodada entre Gran Vía y Desengaño. Por si fuera poco, los apartamentos antiguos tenían la peculiaridad de que daban al lobby del Plaza (luego Crowne), con el que, en tiempos, compartieron hasta el servicio de habitaciones. Un lujazo. «Además, salías a la calle y en unos pocos metros te plantabas en una zona con 34 salas de cine», suspira Martínez Labiano con los ojos puestos en las pantallas imperiales de Gran Vía. Un sueño para estos ávidos consumidores de celuloide. «Era un sitio extraño, pero muy cómodo», dice.
Pero el tiempo estranguló al España. El edificio fue vaciándose de actividad y de inquilinos. Sus fachadas e interiores están siendo hoy restaurados, a la espera todavía de un nuevo futuro en el corazón de Madrid.
Un caramelo junto a Gran Vía
Tras quedarse sin vecinos ni negocios, el Edificio España, propiedad de Metrovacesa, se puso en venta en el año 2005. Salió al mercado junto a otro inmueble emblemático del centro de la capital, Torre Madrid. La constructora esperaba obtener por ambos edificios unos 650 millones de euros, de los que, entre 350 y 400, corresponderían al España.
En la actualidad, el edificio es propiedad del Fondo Banif Inmobiliario, del Banco Santander. La entidad bancaria tiene en estudio diversas propuestas para dar nuevos usos al emblemático edificio madrileño.
Fuente
Un símbolo en el centro de Madrid
Nació en 1953 como el rascacielos más alto de Europa. Imagen del desarrollismo y de la autarquía franquista, vecinos ilustres como Álex de la Iglesia hablan del Edificio España
Julián Méndez | El Diario Vasco, 2011-02-23
Y además...
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Gentes de Euskal Herria han escrito pequeñas y grandes líneas de la historia de esta mítica calle
Deia, 2011-02-06
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