2010/09/30

hemeroteka | En la cama con el movil, la tele y el correo

En la cama con el móvil, la tele y el correo
El dormitorio deja de ser íntimo y se va llenando de aparatos y actividades que obstaculizan el descanso y la sexualidad
Mirar el correo antes de acostarse tiene el efecto de un café doble. Los expertos recomiendan bajar el ritmo dos horas antes de dormir. El 67% de los estadounidenses se va a la cama con su teléfono. Tener televisor en el dormitorio reduce las cópulas un 50%, dice una sexóloga.
Javier Martín, 2010-09-30
Imagen: El País
A la cama, históricamente, se va para dos cosas: para dormir y para la otra. Ambas actividades del dormitorio parecen ir en retroceso ante la invasión del móvil y los ordenadores portátiles, sin olvidar el televisor, la bicicleta estática o del perro con morriña. Dormir en el dormitorio se está poniendo difícil (lo otro, imposible).

Antes de apagar la luz de la mesilla, lo último que hace uno de cada cinco norteamericanos no es despedirse de su pareja sino chequear su correo electrónico. Y lo primero al levantarse no es lavarse los dientes, sino chequear su correo. Estos hábitos no son cuestión masculina, también cae la mujer en la rutina del correo, aunque en menor medida (16% frente al 21%), según un estudio de Harris Interactive.

En España, sexólogos y clínicas del sueño comienzan a comprobar la conexión en la cama de insomnio y tecnología. "Los propios pacientes lo identifican: 'No desconectan", explica Eduard Estivill, director de la Clínica del Sueño.

"Las costumbres de vida actuales, con la creciente tecnología a nuestro alcance", añade Estivill, "conllevan pésimos hábitos para conseguir un buen descanso. El móvil como receptor de mensajes durante 24 horas, o las conexiones a Internet y redes sociales hasta el último momento antes de acostarnos son totalmente nocivos para el sueño".

A la decoradora Cuca Cermeño cada vez le llegan más encargos para que cada dormitorio tenga conexiones para todo. "Primero fue el televisor, pero luego las conexiones al teléfono y la red wifi; para los dormitorios de adultos y de niños".

El ordenador con Internet es el último aparato que ha entrado en el dormitorio para perturbar su paz; antes lo hizo el móvil, presente en el 93% de los hogares españoles, según el Instituto Nacional de Estadística. Es el segundo aparato del hogar, tras el televisor (99%), ambos cada vez más metidos en los dormitorios, apagados, encendidos o en stand by.

España no llega a tanto, pero en Estados Unidos el 67% de los hombres y el 64% de las mujeres se va a la cama con el móvil, según el Pew Research Center.

"El dormitorio es el santuario del descanso", explica Ángel García, consultor de la Escuela Europea de Feng Shui. "Todo elemento que recuerde los problemas del exterior debe quedar fuera de la habitación: libros de trabajo, tareas pendientes... El televisor, que mantiene psicológicamente activa a la persona. Las luces y pilotos también generan una atmósfera de actividad que interfiere en el sueño. Móvil, ordenador o agenda electrónica, fuera del dormitorio".

"La función dormir ha sido fagocitada por todas aquellas actividades que se desarrollaban en otros espacios de la casa", explica la arquitecta interiorista Blanca Mora Calderón. "En el dormitorio leemos el periódico, revisamos el correo, hacemos la compra, una transferencia bancaria... Desde la cama chateamos, escuchamos música, vemos la televisión... Y para todas las funciones, un aparato que se coge con una sola mano".

"Nuestras casas ya recuerdan a los hoteles, 'Habitación doble con uso individual', porque hemos hecho unipersonales los usos. Mientras tú haces la compra yo cierro una cita en París. Las nuevas tecnologías nos han hecho vivir en espacios más flexibles, pero también más solitarios", resume Mora Calderón.

"La mesilla se ha convertido en contenedor de las nuevas tecnologías donde los enchufes de recarga se multiplican", analiza la arquitecta María Martín-Escanciano. "Ya no hay hueco para la pequeña lámpara que acompañaba la última lectura. Tampoco encontramos el despertador, suplantado por el móvil. El dormitorio con escritorio, baúl, tocador y cómoda se ha reducido a la cama y a un mueble de apoyo".

Parece que cualquier vicio pasado fue mejor. "El televisor unía a la pareja. Los dos veían la misma película", recuerda la sexóloga María Pérez Conchillo. "Pero ahora uno ve la tele y el otro está con el portátil. Nos encontramos con problemas de aislamiento que tienen su causa en el móvil, en el ordenador y en Internet".

Para Pérez Conchillo, directora del Instituto Espill de sexología, la competencia de la pareja no es ahora una tercera persona, sino la máquina. "La videoconsola, el ordenador, el móvil están robando el tiempo que dedicábamos a interactuar con la pareja. Me han llegado casos en que la infidelidad se produce en la misma cama, con la pareja al lado, porque el otro, o la otra, está con su portátil chateando y flirteando virtualmente".

Pérez Conchillo interpreta que la actividad con estas tecnologías tiene a su favor una estimulación satisfactoria inmediata que, además depende de ti. "Tú tienes el poder, el control de decir cuando se empieza y cuando se acaba. Es más cómodo que escuchar a tu pareja, con quien no tienes el poder absoluto; sin embargo, cuando acaban su actividad virtual tienen una sensación de vacío, de insatisfacción emocional", dice la sexóloga.

La psicoterapeuta italiana Serenella Salomoni aun no ha analizado los efectos del portátil en el tálamo, pero asegura que en un dormitorio con televisor las cópulas se reducen al 50%. Según Salomoni, los italianos tienen relaciones sexuales dos veces a la semana, 104 veces año. Según Durex, los españoles, 118, a una velocidad media de 16 minutos, menos que un corte publicitario de Tele 5.

Estivill explica por qué la actividad perjudica al sueño: "El estado de vigilia está controlado por nuestra corteza cerebral y el sueño se produce en las estructuras más profundas de nuestro cerebro. Para que el sueño aparezca es preciso un periodo de desconexión de nuestra corteza cerebral, que puede durar un mínimo de dos horas. Si el cerebro está activado por los estímulos de las tecnologías es imposible que al entrar en la cama el sueño aparezca con rapidez".

La preocupación por el insomnio llegó al hotel Crowne Plaza, que encargó un estudio para saber qué estaba pasando. Chris Idzikowski, del Centro del Sueño de Edimburgo, lo achacó, aparte de a cenas copiosas, a la actividad profesional antes de dormir. Según él, comprobar los correos electrónicos antes de acostarse tiene el mismo efecto en el cuerpo que tomarse un café doble.

"Los estudios muestran que la luz de un portátil o una Blackberry está lo suficientemente concentrada como para indicar al cerebro que pare de producir melatonina, hormona natural que impide la alteración del sueño", explica Idzikowski. "Rodearse de un entorno relajado y tener tiempo para disminuir el ritmo vital es esencial para asegurarse una buena noche de descanso, junto con el silencio, la oscuridad y la comodidad", añade.

Estivill tiene su fórmula para un buen sueño: "No realizar ninguna actividad relacionada con el trabajo o vida cotidiana compleja al menos dos horas antes de acostarse. Por tanto, apagar el ordenador, el móvil, y todo lo que pueda activarnos".

Un peligro no demostrado
Mónica L. Ferrado | El País, 2010-09-30


Todavía no se ha demostrado que el uso del teléfono móvil tenga efectos perjudiciales para la salud, aunque hay estudios en curso que tienen como objetivo analizar sus efectos a largo plazo.

La principal consecuencia de la interacción entre la energía radioeléctrica y el cuerpo humano es el calentamiento de los tejidos. Los estudios que han evaluado el efecto de los campos magnéticos sobre órganos como el cerebro o el corazón no han encontrado ninguna relación causal. Según recoge la OMS, "la mayor parte de la energía es absorbida por la piel y otros tejidos superficiales, de modo que el aumento de temperatura en el cerebro o en otros órganos del cuerpo es insignificante"

Ninguna investigación epidemiológica ha demostrado que exista algún efecto acumulativo que se manifieste a más largo plazo. En el estudio Interphone participan 13 países con usuarios de móviles desde los años noventa. Según sus últimos resultados, no se observa que el uso del teléfono móvil durante más de 10 años aumente el riesgo de sufrir glioma ni meningioma. Sin embargo, han observado indicios de un incremento del riesgo de sufrir glioma entre las personas que lo utilizan más horas. Ahora bien, igual que ha ocurrido con estudios anteriores, los investigadores no han podido obtener datos concluyentes. De hecho, en las conclusiones de su trabajo reconocen que los sesgos y los errores limitan la firmeza de estas conclusiones e impiden una interpretación causal. Aun así, la OMS cree que "los estudios presentan demasiadas limitaciones como para descartar completamente esa posibilidad, especialmente en caso de uso intenso y a largo plazo".

Los estudios tienen una clara dificultad: la falta de perspectiva temporal. Como el uso de los móviles se popularizó a partir de los años noventa, todavía no han transcurrido suficientes años para poder sacar conclusiones. Del mismo modo, los dispositivos que se utilizan hoy en día han cambiado mucho y han disminuido notablemente su potencia. Lo que hace que, en caso de llegar a alguna conclusión, posiblemente no sea aplicable al posible impacto de la tecnología actual.

Pese a la falta de resultados concluyentes, la OMS recomienda, por si acaso, varias medidas. Utilizar dispositivos manos libres, que permiten mantener el teléfono separado de la cabeza y el cuerpo durante la llamada. Reducir la cantidad de llamadas y su duración. Llamar en zonas con una buena recepción ya que el aparato transmite con menor potencia y, por tanto, disminuye el nivel de exposición.

Otras investigaciones han demostrado consecuencias indirectas. El uso del móvil mientras se conduce aumenta claramente el riesgo de traumatismos, tanto si se sostiene en la mano como si se usa un dispositivo manos libres. En varios países (España entre ellos) se prohíbe el uso de estos aparatos mientras se está conduciendo.


La copulación electrónica

Solo enfermos, rancios y solitarios mezclan televisión y cama
Vicente Verdú | El País, 2010-09-30

Primera cuestión: la costumbre de instalar un televisor en el dormitorio forma parte de un repertorio que si, en algún momento, fue signo de estatus, hoy es una cierta señal del peor tino. Podría deducirse tanto la formación cultural, la sensibilidad y el gusto a través de la funesta prueba que conlleva un televisor frente a la cama. Solo los inválidos, los enfermos, los solitarios o los rancios quedan como personajes que mezclan la cama con la pantalla.

Pero, paralelamente a este supuesto, bullen también las atenciones a móviles o correos, consultas o mensajes, todas ellas intempestivas. Su naturaleza se aparta de la naturaleza del sueño, su presencia es tan inoportuna como impertinente y, por derivación, el usuario será centro del desorden. Mal amante o mal room mate, pobre sujeto para la conversación, y el intercambio emocional casero. Todo lo que se realiza a través de estos listos aparatos es un simulacro de la afinada comunicación que puede propiciar la alcoba. Desperdiciar esta ocasión prolongando el uso compulsivo del artefacto no solo perjudica el sueño físico, deshace casi toda otra clase de sueños.

Hasta el siglo XIX, la sociedad sabía poco de la intimidad. En el mismo cuarto dormían familias enteras, vestidas o desnudas, mayores y niños, visitantes y primos y primas y fámulas o lacayos. En ese barullo, mucho más complejo que el iPhone, el grupo dormía, sin embargo, a coro. La situación no favorecía las confidencias pero, en general, los verbos asociados con los secretos de la vida íntima se usaban poco.

Entre vida pública y vida privada apenas hubo barreras en la Edad Media. La casa era tanto un refugio como un lugar de operaciones mercantiles y quirúrgicas, un recinto tanto para seres humanos como para bestias, cuya tibia respiración servía de estabilidad y estufa.

La burguesía más constituida fue escindiendo el espacio público y el privado. Una cosa era el ruido exterior y otra, el silencio del dormitorio. Cuatrocientos años fueron precisos, desde la Edad Media, para lograr la intimidad pero, como se ve, la intimidad ha pasado a ser la materia prima del espectáculo en nuestro tiempo. Espectacularizada la vida política, espectacularizada la religión, espectacularizado el deporte, la intimidad quedaría como un viejo cantón excluido del rendimiento productivo.

Hoy esa intimidad preservada hasta mediados del siglo XX ha saltado por los aires y no solo por la liviandad de los medios, sino por la voluntad general de contar cualquier secreto de sí mismo para sentirse (espectacularmente) uno mismo.

Las redes sociales son la muestra más significativa de este vuelco hacia el exterior. ¿Dormir? Hace años que el mundo globalizado no duerme y las cotizaciones, las comunicaciones, las relaciones, los vendings son de 24 horas sobre 24.

En este escenario de continua actividad la pausa llega cuando menos se la espera y no precisamente en el antiguo lugar donde se la incluía. La palabra retrete significaba retiro y la palabra alcoba proviene del árabe "cúpula". Ni una ni otra habitación conservan la significación de origen. Ahora el retrete ha pasado a ser un cuarto de baño en el que incluso se camufla la taza empotrándola en la pared y la alcoba es la sede de la cópula entre otros muchos lugares plurifuncionales donde se desconecta el móvil y el ordenador va a hibernar. Como consecuencia, dormimos, hibernamos, cerramos los ojos y soñamos al compás de utensilios electrónicos, que van integrándose, como órganos, en nuestra vida de acción y de amor.

Fuente | El País

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