Manuel Gallego Jorreto : works 1982-1995 / [dirección = direction, Juan Miguel Otxotorena].
Pamplona : T6) Ediciones, 1997. 47 p. : il., planos
Texto en español e inglés Serie: AA Arquitecturas de Autor = AA Author Architectures ; 47ISBN 8489713073Materias:
Gallego, J. Manuel, 1936- .
Arquitectura - Siglo XX - Galicia.
Biblioteca A-72(082) *AAA/IV
Vista previaManuel Gallego Jorreto : works 1982-1995
T6)
En estos nuestros tiempos, de verdades y bellezas superficiales, acostumbrados como estamos a los productos rápidos, de consumo y también de moda, tranquiliza encontrar otras sensibilidades, otras maneras de comprender y enfrentar la realidad diferentes a la simple y común adaptación a un medio que premia el “glamour” de un brillo instantáneo, de un ingenio demasiado rápido, de un resultado sospechosamente espectacular; tranquiliza encontrar otros personajes, anclados en un voluntario y difícil aislamiento que les permite mirar por/sobre las cosas, y sobre tos en/dentro de ellas, desde el lujo de un tiempo lento y de un espacio de gran profundidad; tranquiliza encontrar a un M. Gallego, es sus lejanas tierras de Galicia, esforzado por explorar su personal visión de un mundo, el suyo, empeñado en ofrecer su original interpretación de una época, la suya, desde una arquitectura que busca la recuperación de algunos valores, por él reconocidos y, para nuestra desgracia, demasiado olvidados.
Valores que, en su caso, nos remiten, irremediable y permanentemente a conceptos; a definiciones que, a base de ir muy atrás, inciden, exclusivamente, en lo básico y fundamental, en lo estrictamente necesario para ser y sin lo que no se es; a descripciones que, a base de seleccionar, reconocen lo identificativo y permanente, dejando a un lado todo lo accesorio y superficial; al cómo y al por qué, al razonable y profundo sentido de las cosas. Valores concretos que, sin embargo, no desprecian ningún requerimiento demandado, ninguna necesidad planteada sino que, muy al contrario, sometidos al rigor de su oficio, resuelven los problemas reales formulados en la raíz de todo problema arquitectónico.
Valores abstractos que, convenientemente filtrados a través de sus propias experiencias, unas de ellas internas, sus reflexiones, otras externas, sus sensaciones, generan formas de belleza más auténtica que las producidas desde la arbitrariedad de la pura apariencia externa.
Probablemente, es esta manera de afrontar la arquitectura y, en definitiva, la vida, la causa de que su trabajo no se nos presente evidente desde un primer momento, de que se nos sitúe inicialmente en el misterio y se nos dibuje en claves desconocidas y movimientos aparentemente extraños que sólo un análisis más tardío, realizado en profundidad, es capaz de desentrañar.
Para comprender la obra de M. Gallego, para poder juzgarla o criticarla se hace necesario recorrer la perspectiva de la tradición sobre la que se asienta y, sobre toso, entender la historia de la apropiación de esa tradición por parte del autor; se hace imprescindible reconstruir la realidad en que nace y, sobre todo, comprender el proceso de personalización que convierte a esa realidad en información para la memoria del arquitecto. Porque, no hay duda, M. Gallego percibe, piensa y proyecta desde una memoria, la suya, que le posibilita para la acción.
Formado en la escuela de Madrid da comienzo a su trabajo profesional con tres años de prácticas en el estudio de Alejandro de la Sota de quien aprende la necesidad del perfecto equilibrio entre idea y forma, entre orden y libertad, entre silencio y contestación, entre expresión y renuncia estética; aprende la necesidad de elaborar un tema abstracto, una idea radical que garantice la unidad de la obra y, al mismo tiempo, ofrezca la posibilidad de un gran número de variaciones; aprende la necesidad de basar los efectos, más que en la abundancia de medios, en la sutileza de las alteraciones y en la complejidad de las relaciones.
Vuelve después, voluntariamente, a su tierra, a Galicia, su lugar de origen, para descubrir una cultura, una arquitectura popular, de la que extrae su relación con el entorno, su falta de adecuación excesiva al contexto, sus ritmos espaciales y su sentido de la unidad, su subordinación de las partes al todo y, sobre todo, su carácter táctil y constructivo.
Y ya, con este bagaje, se enfrenta a su propia respuesta, al “continuo ajuste y aproximación de su propia opinión”, según sus mismas palabras.