2003/12/10

prensa | La "generación beat" de la arquitectura

Los años críticos : 10 arquitectos españoles / Salvador Pérez Arroyo
Madrid : Fundación Antonio Camuñas, 2003
ISBN 849239417X
Biblioteca A-72.036(460) AÑO



La 'generación beat' de la arquitectura
Salvador Pérez Arroyo resume en un libro la trayectoria de los 10 mejores profesionales nacidos entre 1910 y 1925 
Luis Alemany | Madrid | El Mundo, 2003-12-10

Fueron el equivalente de la generación del medio siglo en literatura. Igual que ocurrió con Gil de Biedma, los hermanos Goytisolo o Ana María Matute, en España hubo una camada de arquitectos nacidos entre 1910 y 1925 que crecieron en el ambiente más hostil posible y que, sin embargo, dejaron una obra admirable.

Una obra que ahora se analiza en el libro Los años críticos; 10 arquitectos españoles, escrito por Salvador Pérez Arroyo y editado por la Fundación Antonio Camuñas como memoria de los 10 primeros ganadores del premio que esta institución concede cada dos años: Candela, Cano Lasso, Sáenz de Oiza, Chueca, De la Sota, De la Hoz, Fisac, Peña Ganchegui, Picardo y Carvajal.

En la lista de los galardonados por la fundación, no están todos los que son -todos los clásicos, se entiende-, pero son todos los que están. El propio Pérez Arroyo no ahorra elogios para ellos: «Las figuras de estos arquitectos tienen algo heroico.Trabajaban en el aislacionismo más atroz de la posguerra, con una pobreza de información como nunca hubo».

Ignorados por completo por un mundo que debatía apasionado si el discurso de Le Corbusier estaba obsoleto o no, la generación del medio siglo se tuvo que fajar con la estética (dos partes de monumentalismo fascista y una parte más de folclorismo) y el discurso oficial del franquismo para salir adelante.


'Arquitectura y raza'
«Hay un par de frases muy significativas de Luis Moya, un arquitecto muy identificado con el régimen, que explican lo que fue esa época», manifiesta Pérez Arroyo. «En una, deploraba la arquitectura moderna por ser arquitectura judía; en la otra, decía que él había proyectado unas casas para mejorar la raza». Hoy, ese tipo de frases suenan a broma; en su momento, no lo eran en absoluto.

En medio de ese ambiente, aparecen las historias entrañables -y a menudo desconocidas- de profesionales entregados a su trabajo, «como Miguel Fisac, que se lanzó a viajar por todo el mundo sin hablar una palabra de inglés, para ver arquitectura y crearse un lenguaje propio».

O la de Félix Candela, exiliado en México y convertido en uno de los constructores más admirados del mundo; o la de Alejandro de la Sota, venerado maestro gallego, convertido en un eremita tras fracasar en su oposición a catedrático en 1972; o la de Luis Peña Ganchegui, que terminó por ser el mejor cómplice de Chillida. O tantas otras. «Hubo un punto de partida común para la mayoría de ellos, que fueron las sesiones de crítica en el Colegio de Arquitectos de Madrid, relacionadas con la Revista Nacional de Arquitectura», explica Pérez Arroyo.

Entre unos y otros, abrieron las puertas a las nuevas generaciones, desde Moneo y Bohigas hasta Zaera-Polo, pasando por el fallecido Enric Miralles, reconocidos en todo el mundo. Para ellos, serán las próximas 10 ediciones del Premio Antonio Camuñas.

Artistas de la construcción
«Creo que aún está por hacerse una revisión de la figura de Alejandro de la Sota que esté libre de esa veneración y esa mitomanía que le acompañan siempre. Fue un gran arquitecto, con una obra que tenía una carga conceptual muy honda... pero no construyó grandes espacios internos, con la excepción del Maravillas, quizá. Fue más un arquitecto de objetos», dice Pérez Arroyo sobre De la Sota. En cuanto a Sáinz de Oiza, señala: «Sorprende ver lo poco conocido que es en el extranjero. Quizá porque nunca tuvo un modelo propio, sino que, a lo largo de su carrera, tomó muchos modelos ajenos». A Miguel Fisac le dedica palabras como: «Me parece el mejor arquitecto de su generación, por encima de Sota, Oiza o cualquier otro. El que tuvo más energía para desarrollar un lenguaje propio». ¿Y Félix Candela? «Frente al desconocimiento que existe en el exterior de los arquitectos de esa época, Candela es imprescindible en todas las historias de la arquitectura del siglo XX. Su caso demuestra que a la gran arquitectura se llega por caminos muy diferentes».

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