Imagen: EL Diario Vasco
Los tesoros del seminarioViaje al sorprendente interior de uno de los mayores edificios de San Sebastiá. «El Seminario no languidece, sino que se adapta a las necesidades sociales» Una de las mayores sorpresas de su interior es la luz y el paisaje que entran por sus ventanas.
Javier Guillenea | El Diario Vasco, 2010-07-18
María Madariaga nunca llegó a imaginar que alguien hablaría de ella 500 años después en un enorme edificio que en su tiempo hubiera sido un inmenso palacio. Su fugaz recuerdo se mezcla en la conversación con el eco de los rezos de miles de seminaristas que recorrieron los largos pasillos del inmueble y con la presencia de las personas que en este mes de julio siguen dando vida al edificio. De alguna manera María ha vuelto a existir.
El Seminario Diocesano quizá sea el mayor inmueble de San Sebastián. Y si no lo es, lo parece. Su enorme mole de seis pisos con dos torres desde las que se domina gran parte de la ciudad forman parte del paisaje de la capital desde 1953, año en el que 450 jóvenes integraron la primera hornada de futuros sacerdotes que a lo largo del tiempo se han formado entre sus paredes. En la actualidad ya no quedan seminaristas en sus aulas, han ido a Vitoria a estudiar.
La silueta del edificio, tan familiar y omnipresente para los donostiarras, es sólo eso para muchos de ellos, una estampa que sirve para que uno se pregunte qué se oculta tras sus paredes. El Seminario es un gran desconocido para gran parte de los guipuzcoanos, que quizá no sepan que todos y cada uno de nuestros nombres ya forman parte de los tesoros que guarda en su interior. Como la existencia de María Madariaga.
El contenido: Una gran parte del edificio está en uso
Es lógico imaginar que un inmueble concebido para formar sacerdotes (llegó a tener cerca de 500 seminaristas en un solo curso) haya entrado en un largo período de decadencia ante la falta de vocaciones religiosas. Por eso no es extraño que de vez en cuando surjan voces que reclaman que se le dé más utilidad a las instalaciones.
La petición es legítima. El problema es que gran parte del espacio ya se utiliza y las zonas que están en desuso se hallan a la espera de que se decida un destino para ellas. «El Seminario no languidece, sino que se adapta, está respondiendo continuamente a las demandas de la sociedad», sostienen sus responsables.
El contenido del edificio es variado. Alberga el colegio Manuel de Larramendi, el Archivo Histórico Diocesano, una biblioteca con 160.000 volúmenes y una importante colección de revistas, el fondo bibliográfico de Tellechea Idigoras, el instituto de ciencias religiosas Pío XII, que cuenta en la actualidad con cerca de 120 alumnos, Hezkide Eskola (dedicada a formar a personas en el ámbito del tiempo libre, la animación socio-cultural y el voluntariado), una moderna residencia para sacerdotes jubilados con capacidad para 31 personas, el centro para la mediación y regulación de conflictos Bakeola y la academia de estudios generales AEG.
Además, el Seminario cede sus instalaciones a asociaciones de vecinos, a cursos de formación y a diferentes colectivos de la Diócesis, como Cáritas y agentes de pastoral. Sus aulas son utilizadas habitualmente para hacer exámenes del IVAP y de Osakidetza, y su iglesia es la parroquia de la zona.
El Seminario no languidece, en su interior hay vida, cultura y también inesperadas sorpresas detrás de cada puerta. Uno de sus tesoros es el edificio en sí, sus pasillos y sus estancias repletas de historias que en algunas esquinas parecen haberse quedado enredadas para siempre. Y también es tesoro la luz que llega del mar, rompe contra los 105 metros de fachada que miran al Cantábrico y entra a borbotones por sus ventanas y vidrieras.
Biblioteca: Es fácil perderse entre pasillos y escaleras
Las seis plantas del Seminario forman un enrevesado laberinto en el que es fácil perderse. Después de deambular varios minutos por pasillos y escaleras, el visitante ya ha dejado de saber en qué piso está, pero a esas alturas ya no le importa. Tiene la impresión de que cada vez que atraviesa un umbral entra en un mundo desconocido.
Es lo que ocurre al abrir una puerta en algún lugar del edificio. Tras ella sólo se ve una pared con un letrero que reza 'Ex dono J. Ign. Tellechea'. Hay que dar un paso y girar a la derecha para verse rodeado de miles de libros que llenan hasta el techo una estrecha sala rectangular. Forman parte de los 16.600 tomos que el historiador legó al Seminario al fallecer en 2008 y que hasta entonces había mantenido guardados en un caserío de Ituren. Un nuevo giro a la izquierda y se produce una especie de explosión de luz. La mirada se dirige de inmediato hacia una ventana por la que sólo se ven cuatro luminosas franjas horizontales. Dos son de diferentes tonos de azul y las otras dos de gris. Son el mar y el cielo conjurados para irrumpir en esta segunda sala también repleta de libros y reflejarse en una gran mesa rodeada por doce sillas. Un número bíblico redondeado por la silla número trece, que preside la estancia tras un escritorio antiguo con tablero de mármol colocado bajo la ventana.
En el cuarto piso hay otra puerta a la que se accede desde el rellano de una escalera. Al otro lado aguarda una nueva sorpresa. Es una sala con tres arcos en su parte central acondicionada en lo que hasta hace poco fue una habitación en desuso llena de trastos.Hace años, los seminaristas la llamaban la capilla de filosofía, ahora está concebida como espacio de silencio y oración, objetivos fáciles de alcanzar en un lugar como éste, bañado por la luz que penetra a través de sus pequeñas ventanas.
El motivo del antiguo nombre de la capilla se descubre al abrir una puerta que da a un pequeño trastero. En una balda descansa la imagen que hace mucho presidió el espacio sagrado. Es una virgen con la leyenda 'Dilectissima philosophorum mater'.
Archivo: Nació en 1498 y nada más se sabe de ella
En la tercera planta se encuentra el Archivo Histórico Diocesano, que guarda entre sus miles de documentos los registros de todas las parroquias de Gipuzkoa desde 1498, año en el que comenzaron a consignarse por escrito los bautismos, bodas y defunciones de cada localidad. Son datos que, hasta 1900, pueden consultarse en la página web www.mendezmende.org.
María Madariaga es la primera persona cuyo nacimiento está registrado en un acta de bautismo en Gipuzkoa. Nació el 2 de septiembre de 1498 en Antzuola y nada más se sabe de ella. En la partida de bautismo sólo figuran esos datos, no aparece la identidad de los padres. Una mujer del mismo nombre y apellido murió en el mismo pueblo el 10 de noviembre de 1557. Quizá fuera la misma. No consta que llegara a casarse.
El archivo es un espacio moderno y dotado con grandes medidas de seguridad donde en dos plantas se conservan, entre otros muchos documentos, 192 pergaminos y alrededor de mil libros de coro. Gracias a la sólida construcción del edificio, que debe ser capaz de aguantar 40 toneladas por metro cuadrado, el suelo soporta el gran peso de estos enormes libros.
En una de sus salas trabaja Mikel, encargado de catalogar el archivo municipal de Amezketa, que ocupa 79 cajas. Los expedientes se apilan en varias mesas y sus títulos revelan la historia cotidiana y a veces pendenciera de los amezketarras. Del 16 de octubre de 1742 es el pliego titulado 'Querella criminal presentada por Bartolomé de Echeverria contra Andrés de Aguirrezavala por el robo de una vaca, propiedad del dicho Bartolomé'. Y de 1788 es el 'auto de oficio formado por la justicia ordinaria de Amezketa contra Juan Martín de Imaz y Joseph de Jauregui, vecinos del barrio de Bedaio, en Tolosa, por jugar a naipes en la casa concejil, actividad prohibida en la villa de Amezketa'.
La biblioteca: El Vaticano II según el obispo Argaya
En otra zona del Seminario también ocupa dos plantas la biblioteca, en cuya sala de lectura cuatro ventanas circulares lanzan chorros de luz sobre varias mesas desde las que se ve la línea del mar.
La especialidad de la biblioteca, que al igual que el archivo está abierta al público, es la teología, religión y humanidades, aunque también tiene como puntos destacables la literatura clásica y el euskera. En sus estanterías atesora toda la patrística de los padres de la Iglesia en latín y griego.
Y también guarda en una de sus habitaciones el fondo bibliográfico del que fuera obispo de San Sebastián Jacinto Argaya. Entre los tomos destacan los 106 volúmenes donde el prelado escribió sus experiencias en el Concilio Vaticano II y recopiló multitud de documentos sobre los debates que cambiaron el rumbo de la Iglesia.
El tiempo detenido: Una cama, un armario y una mesa
Las Hermanas de la Caridad de Santa Ana entraron en el Seminario el mismo año de su inauguración con la misión de cuidar del edificio y de sus moradores. Hasta hace poco vivieron en comunidad en la quinta planta, cerca de las dos torres, desde las que se divisa un impresionante paisaje que abarca casi toda la ciudad. Una de las torres tiene dos accesos: una empinada y peligrosa escalera de metal colocada sobre el tejado y otra de piedra, más discreta, que parte de la vivienda de las monjas.
Las dependencias tienen en común una galería acristalada donde aún se intuye la presencia de las religiosas. Y también se intuyen, ya más lejos en el tiempo, los pasos de los seminaristas que ocuparon las habitaciones en otra zona del edificio que no ha sufrido reformas desde hace años. Los dormitorios son estrechos y austeros, con el espacio justo para una cama, un armario y una mesa. En uno de ellos cuelga de una percha una vieja casulla cubierta de polvo. Los cuartos están alineados, detenidos en el tiempo en torno a un pasillo a la espera de que la Diócesis decida su destino.
Todo lo contrario ocurre en un área de la segunda planta en la que se ha habilitado una residencia para sacerdotes jubilados. Entrar en esa zona es como dar un salto hacia el futuro. La residencia, inaugurada hace poco, tiene aspecto de un moderno y exclusivo hotel con capacidad para 31 inquilinos. Sus habitaciones no tienen nada que ver con las que ocuparon en su día los seminaristas; son amplias y luminosas, al igual que el comedor y la sala de estar común.
La residencia tiene una pequeña capilla presidida por una vidriera que ha sido restaurada después de haber permanecido años abandonada. En una de sus esquinas se aprecia claramente una firma: 'Hermanos Maumejean. San Sebastián'.
Salón de actos: Un espacio de película
La zona que ocupa el salón de actos se distingue fácilmente desde el exterior. Son los cinco arcos bajo seis rosetones que se alzan sobre la entrada principal. El salón, en el que algunos grupos musicales han rodado videoclips, sorprende por sus vidrieras con las imágenes de Dios y los cuatro evangelistas, que filtran la luz que se esparce sobre las butacas. El techo, la araña de cristal, las molduras y los palcos laterales llevan al perdido visitante a una época indefinida de la que es difícil regresar.
Pero al final se regresa. El Seminario palpita de grandes historias y de historias pequeñas, y también bulle en él la vida de la ciudad. El edificio es una caja de sorpresas, un cofre repleto de tesoros inesperados, un caleidoscopio de luces y penumbras. Es la enorme fachada que vigila San Sebastián y la leve huella de María Madariaga. Es una parte desconocida de nosotros.
Fuente | El Diario Vasco
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