Imagen: El País |
Anatxu Zabalbeascoa | El País, Del tirador a la ciudad, 2011-01-19
Una arquitectura inacabada, un muro vegetal de metal perforado, que modificará el aspecto del Museo San Telmo con el transcurso del tiempo, fue la propuesta con la que Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano ganaron hace cinco años el concurso para la ampliación de dicho centro en San Sebastián. Tras un proceso de readaptación y cambios, muy pronto inaugurarán el edificio. Ya acabado, en el pie abrupto de Monte Urgull, el nuevo inmueble se disuelve y pone de relevancia los nunca resueltos límites entre lo natural y lo artificial que caracterizan el urbanismo de San Sebastián.
La idea es que el muro, en cuyo troquelado han colaborado los artistas Leopoldo Ferrán y Agustina Otero, desaparezca forrado de musgo o consumido por líquenes en invierno y reaparezca denudo en verano. Los arquitectos buscaban un muro vivo, imperfecto, una fachada dinámica que se quiebre visualmente o se funda con la vegetación del monte Urgull “componiendo una metáfora inesperada de la difícil relación que toda arquitectura establece con el tiempo”, cuentan.
La paradoja es que sea esa arquitectura inacabada la mejor manera de acabar un proyecto de ampliación difícil en el que Nieto y Sobejano trabajan desde hace cinco años para fundir arte y arquitectura. Ante la dificultad, los arquitectos se han crecido y, a pesar de ser una ampliación, el proyecto es, con el futuro Centro de Creación Contemporánea de Córdoba, un inmueble de los que inauguran nueva etapa –menos cartesiana y de gran frescura y soltura a la hora de proyectar- en el currículum de sus autores. Y fue la decisión de no imponerse sino de ayudar a recoger el paisaje para relacionarlo con el edificio histórico y para organizar los recorridos lo que singulariza el diseño.
Así, otra paradoja de este espléndido proyecto es la de conseguir convertir un muro de contención en un edificio de aspecto ligero. No se trata sólo de la membrana trabajada gráficamente, son también los quiebros y cambios de dirección del muro-edificio -los que permiten el acceso peatonal- y sus usos –el de la terraza cafetería y el de las áreas de exposición al aire libre- los que convierten un muro escultórico en un magnífico espacio público. De este modo, una arquitectura voluntariamente inacabada se transforma en un proyecto respetuoso con el pasado, capaz de adelantarse al futuro y preparado para adaptarse al paso del tiempo.
Fuente
Arquitectura inacabada acabada de Nieto y Sobejano
Anatxu Zabalbeascoa | El País, Del tirador a la ciudad, 2011-01-19
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