Una mirada a la arquitectura del siglo XX en Santander
La UC y el Colegio Oficial de Arquitectos analizan en un estudio la confrontación que en la pasada centuria se vivió entre los ideales artísticos y la realidad social
Maxi de la Peña | El Diario Montañés, 2011-01-07
El cambio de una arquitectura decimonónica, vinculada a una burguesía pujante, a las nuevas tendencias del siglo XX va a marcar la evolución de una urbe conservadora como Santander. Según un estudio de la Universidad de Cantabria y el Colegio Oficial de Arquitectos, la ciudad no permanece ajena a la confrontación que la arquitectura contemporánea vive entre ideales artísticos y realidad social en los albores del pasado siglo.
La necesidad de dar respuesta a las preocupaciones higiénicas, la búsqueda de la comodidad o el crecimiento demográfico marca la evolución que tratará de presentar soluciones cada vez más válidas. Frente al dominio que la villa clásica había tenido en la arquitectura doméstica de la segunda mitad del siglo XIX, en torno a 1900 la influencia del 'cottage' inglés aparece con fuerza en el panorama arquitectónico español. En Cantabria la arquitectura pintoresquista inglesa se desarrolló gracias al proyecto de los arquitectos González Riancho y Bringas (1907) para el Palacio de la Magdalena, por encargo de la ciudad de Santander, como donación de una residencia de verano para los Reyes. De esta forma, se asegura de manera estable la presencia de la Familia Real en el veraneo santanderino. Está inspirado en el Palacio de los duques de Santo Mauro en Las Fraguas (donde se rodó los exteriores del filme 'Los otros', de Amenábar), obra del arquitecto inglés Selden Wornum.
Las obras del Palacio se completan con toda una serie de iniciativas dirigidas a convertir el cercano barrio de El Sardinero en sede de la Corte. Se necesitaban una serie de edificios destinados a cubrir las necesidades recreativas de la aristocracia y altos funcionarios que acompañaban a los Reyes en sus estancias veraniegas. Por eso, se mejoran los accesos al Sardinero y al Palacio con la apertura de la avenida de Reina Victoria, y se proyecta la construcción de tres nuevos edificios: un nuevo Casino, El Gran Hotel (que será el Real) y un teatro.
Regionalismo frente a pintoresquismo
Tanto modelo extranjero provoca reacciones. La búsqueda de alternativas arquitectónicas nacionales y regionales preside los primeros años del siglo XX. Triunfa el estilo denominado Monterrey, que tendrá buena acogida en viviendas burguesas. En Santander la casa Pardo es un claro exponente. El estilo Monterrey prepara el camino del éxito del regionalismo montañés ligado a la persona de Leonardo Rucabado y su proyecto, del año 1911, 'Palacio para un noble de la Montaña'.
Como alternativa al pintoresquismo pretendió organizar un lenguaje que recuperara las mejores aportaciones de la arquitectura cántabra, siglos XVI, XVII y XVIII, frente a tendencias modernistas. Así, aparece un estilo que reinterpreta las casonas barrocas cántabras (solanas, portaladas, escudos, grandes aleros) y que tiene sus mejores manifestaciones en la arquitectura doméstica. Un buen ejemplo es El Solaruco.
El regionalismo en edificios públicos utilizó un lenguaje neoherreriano o neobarroco, es el caso de la Biblioteca Menéndez Pelayo. Formando ángulo con este edificio se encuentra el Museo Municipal de Bellas Artes, en cuyos fondos destacan el retrato de Fernando VII de Goya, una serie de paisajes flamencos de los siglos XVII y XVIII, obras de pintores regionales como Iturrino, María Blanchard, Egusquiza, Pancho Cossío, Salces, Riancho y Casimiro Sainz.
El racionalismo
Rompiendo con esta visión del pasado irrumpe el racionalismo, que llega a España a partir de 1925. Rechaza la tradición clásica y regionalista buscando la ansiada renovación formal que solvente los nuevos problemas: concentración urbana, búsqueda del confort, crecimiento demográfico... Más que un estilo es un nuevo concepto de la arquitectura, entendida como algo práctico: se hacen viviendas dignas y baratas. Techos más bajos, edificios ortogonales, desornamentados; la propia estructura es la decoración. En la línea del muelle y el Ensanche santanderino aparecen edificios racionalistas que muestran la incorporación de la ciudad a esta tendencia; el Club Marítimo, el edificio Siboney (proyectado en el año 1931 por el arquitecto canario José Enrique Marrero) y el Ateneo Popular son buenos ejemplos del racionalismo cántabro.
En la arquitectura de posguerra conviven la herencia racionalista y el discurso tradicionalista de la arquitectura oficial. Claro ejemplo del castizo clasicismo resultante es la reconstrucción de Santander tras el incendio de 1941. La teoría arquitectónica de la España de entonces queda manifiesta en la construcción de la iglesia de San Francisco del arquitecto Javier González Riancho en el año 1940. Esta edificación estuvo rodeada de un componente ideológico importante, pues había sido derribada en plena Guerra Civil, por lo que su construcción era como un desagravio. No podía ser más que un proyecto herreriano, símbolo de lo español, del catolicismo y del Imperio.
A partir de los 50, cada vez es más evidente la crisis de los historicismos y se inicia una cierta apertura a las corrientes internacionales.
Panorama de fin de siglo
En los años 70, Santander está totalmente integrada en el diverso panorama internacional. Como último edificio destacado del siglo XX en este recorrido arquitectónico por la ciudad de Santander, destaca el Palacio de Festivales, obra de Javier Saenz de Oíza, inaugurado en 1991. Se trata de un ejemplo de edificio postmoderno, en el que se manipulan libre e irónicamente los símbolos de la historia de la arquitectura. La estructura, que recuerda a la de una draga del puerto, revestida de mármol de Carrara y cobre envejecido, transmite una ambición de monumentalidad, pero, ni con el paso del tiempo ha conseguido agradar a muchos santanderinos.
Fuente
Una mirada a la arquitectura del siglo XX en Santander
La UC y el Colegio Oficial de Arquitectos analizan en un estudio la confrontación que en la pasada centuria se vivió entre los ideales artísticos y la realidad social
Maxi de la Peña | El Diario Montañés, 2011-01-07
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