"Generosos, solidarios y valientes"
Alrededor de un millar de personas ha donado su cuerpo a la Facultad de Medicina de la UPV
Naiara Galarraga | El País, 2003-09-25
Un atareado catedrático viajó anteayer a un pequeño pueblo de Vizcaya. Allí recogió las cenizas de una niña muerta a los seis años. Sus padres habían donado entonces su cuerpo a la ciencia. Gracias a él y a otros muchos cadáveres los estudiantes de Medicina han aprendido "a luchar contra el dolor, la enfermedad y la muerte". Sus cenizas reposan desde ayer en el Bosque de la Vida, el lugar levantado junto al campus de Leioa de la Universidad del País Vasco (UPV) en homenaje a quienes "donaron a la sociedad lo último que tenían: un cuerpo roto". Al catedrático de Anatomía Francisco Doñate se le quebró la voz. Él ha guardado los últimos 19 años en su despacho las urnas con las cenizas de decenas de donantes. Se negaba a que acabaran en una fosa común. Recogió las de la niña porque sus padres quieren que repose con otros donantes.
Las cenizas de la niña reposan junto a las de una anciana fallecida a los 106 años. Son la donante de cuerpo más joven y la mayor de la UPV. Ambas nacieron el mismo mes, en el mismo pueblo, Mungia, con un siglo de diferencia.
Son coincidencias en un colectivo que, sin embargo, es de lo más diverso. El Bosque de la Vida, inaugurado ayer, acoge ahora 56 urnas con las cenizas de otras tantas personas; hombres y mujeres; desde niños hasta ancianos centenarios; católicos, protestantes, musulmanes, agnósticos..; personas nacidas en Euskadi y en otros lugares de España y del mundo. Francisco Doñate destacó que lo único que tenían en común era su "generosidad, solidaridad y tremenda valentía".
El catedrático de Anatomía, donante él mismo de cuerpo como otros profesores y personal de administración de la UPV, pidió hace años a la Universidad que construyera un hogar definitivo para los donantes. Desde ayer es realidad.
El Bosque de la Vida "no es un cementerio, ni un parque, ni un panteón, es sólo un bosque, un lugar", en palabras de los autores del proyecto elegido por unanimidad en el concurso, Germán Zambrana y Maricarmen Vilà, del estudio Zade+Vilà.
Es un conjunto de 20 árboles de acero cortén (oxidado), coronados por unos filamentos que suenan con el viento y crean una forma inspirada en unas manos dibujadas por Chillida. Cada árbol tiene una puerta tras la cual quedan las urnas.
En el centro del conjunto hay un olivo de unos 2003 años, donado por los empleados de la Facultad de Medicina y por el propietario de un invernadero de Elche. Parte de las cenizas de cada uno de los donantes es mezclada con la tierra de olivo. Los alumnos que el año pasado estaban en segundo de Medicina han donado una camelia, cuya flor explota en invierno. Cada dos años habrá una ceremonia en la que se depositarán las cenizas de los nuevos donantes.
Los estudiantes de Medicina que ayer acudieron a la inauguración del Bosque de la Vida pudieron responder a la pregunta que los alumnos se suelen hacer la primera vez que, nerviosos, ven un cadáver, según cuenta Bernat, un médico que salió de las aulas de la UPV. "¿Cómo es la gente que dona su cuerpo a la ciencia?".
Son personas como Ángel, de 68 años y de Portugalete, quien cree que así su cuerpo "servirá para algo". O como Gotzone Etxebarria, una divertida galerista jubilada, "y jubilosa", de Bilbao que no aparenta los 80 años que va a cumplir, quien se declara entusiasmada al saber que la UPV tiene un millar de donantes de cuerpo. O como José y Maribel, una pareja de cuarenta y tantos, que quiere "repartir conocimiento" después de morir. La madre y la tía de ella fueron donantes y reposan en el bosque.
O como María Jesús y Mylanka, madre e hija. La madre dice que a ver si con su cuerpo pueden descubrir algo para la alopecia femenina, "que se habla mucho de la masculina y la femenina es muy dura". Lo sabe por experiencia. Y añade: "A ver si sacas mi nombre, porque el día que salga mi esquela no la veré".
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Fuente | El País
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