Imagen: El País | La biblioteca romana de Éfeso, en Turquía, la más famosa de la antigüedad después de la de Alejandría.
De Pérgamo, el pergaminoVisita a dos de las grandes bibliotecas del pasado, focos de cultura mediterránea
César Antonio Molina | El País, El Viajero, 2010-08-14
Los restos de dos de las bibliotecas más antiguas del mundo occidental se encuentran en Pérgamo y Éfeso (Turquía). De la de Alejandría no queda nada, aunque ahora se alza una nueva edificación majestuosa. De la de Pérgamo solo se conservan basamentos y lienzos de muros. Donde antes crecían los papiros y pergaminos, ahora lo hacen las hierbas y las margaritas. Fue la segunda biblioteca más importante de la antigüedad después de la de Alejandría. Se hallaba en la parte oriental de la ciudad, entre el templo de Trajano y el vestíbulo norte del santuario de Atenea. Fue construida en tiempos de Eumenes II (197-159 antes de Cristo).
01 Pérgamo
Estoy ahora delante de sus despojos y me imagino las diversas estancias, así como el amplio salón de lectura. Es la única biblioteca helenística descubierta. Han desaparecido las paredes de las caras sur y este, pero aún se distingue el interior de las habitaciones. Los agujeros visibles en la superficie de las dos paredes del salón de lectura sujetaban, seguramente, los ganchos sobre los cuales se colgaban las estanterías de madera. Para proteger los escritos de la humedad, el salón tenía paredes dobles y las estanterías estaban igualmente separadas de la piedra. Los arqueólogos confirman que su espíritu helenístico se mantuvo durante el imperio romano. Lo mismo sucedió en Éfeso.
La sala de lectura de la biblioteca de Pérgamo estaba presidida por una gran estatua de la diosa Palas Atenea. Esta magnífica escultura la contemplé en Berlín. Excepto los brazos, el resto del cuerpo se mantiene muy bien. No conserva el oro ni el marfil que la cubrían, pero ya es bastante gratificante que sobreviviera durante más de 2.000 años. Se modeló a imagen y semejanza de la estatua de Atenea Partenos. El casco estaba compuesto por tres penachos.
El basamento aún acoge, en perfecto estado, seis de las diez figuras esculpidas que no han podido identificarse. El discreto tamaño del inmueble me siembra dudas. ¿Cabían aquí los 200.000 rollos de los que se hablan? Probablemente esta fue la sede central y se acondicionaron además otros edificios contiguos como depósitos para el resto de los fondos. La institución no se libró de saqueos e incendios. Parte de la gran biblioteca de Alejandría se quemó (le pasó varias veces a lo largo de los más de ocho siglos de existencia) a causa de las escaramuzas provocadas por el desembarco de Julio César. Marco Antonio, posteriormente, le prometió a su amante Cleopatra reponer parte de los fondos desaparecidos trayéndoselos de Pérgamo. ¿El asesino de Cicerón cumplió la promesa? No lo sabemos. Pasados los siglos, ambas bibliotecas sucumbieron definitivamente a la barbarie.
El pergamino se difundió en Pérgamo debido a la prohibición egipcia de exportar papiros. Los ptolomeos pretendieron así mantener la superioridad bibliográfica de su capital imperial. La biblioteca de Pérgamo, el templo de Trajano, el santuario de Atenea (la maravillosa puerta monumental también la contemplé en el cuidadísimo Museo de Pérgamo en Berlín), el espectacular teatro colgado sobre una empinadísima ladera, los palacios, el altar de Zeus (igualmente en Berlín), el ágora, los caminos enlosados, el templo de Dionisio, el santuario de Deméter, el gimnasio, las murallas, las puertas, el templo de Serapis y el santuario de Asclepio. Caracalla, que había restaurado el templo de Dionisio, acudió al Asclepion para ser tratado por medio de sueños. El dios de la salud lo despreció no enviándole ninguno. El templo se encontraba rodeado de manantiales. También se recordaba al dios de la convalecencia, Telesforo; y a Hygeia, de donde proviene la palabra higiene. Galeno era de Pérgamo y ejerció aquí la medicina. Había aprendido siendo médico de una escuela de gladiadores. Filetarios, Eumenes I, Atalos I y Eumenes II fueron algunos de los gobernantes de Pérgamo. Este último permitió la escolarización de las niñas. La antigua ciudad de Pérgamo es uno de los espacios arqueológicos más majestuosos que he visto jamás.
02 Éfeso
Las ruinas de la antigua ciudad de Éfeso se encuentran a la misma altura en importancia que su vecina Pérgamo. Allí aún se encuentra en pie la bellísima fachada de la biblioteca de Celso. Tiberio Julio Aquila mandó construirla, en el año 135 después de Cristo, en honor de su padre, Tiberio Julio Celso, gobernador general de la provincia de Asia. El paramento exterior del edificio permanece casi intacto. Es como un gran decorado. Engaña a la vista haciéndonos suponer que, tras ella, hay algo más. Desgraciadamente, a sus espaldas se alza el impresionante vacío. Ascendemos al interior a través de nueve escalones. En el frontispicio hay cuatro nichos que alojan, todavía, a las cuatro estatuas que simbolizan la sabiduría, la virtud, la ciencia y la fortuna.
La tumba de Celso se encuentra en la parte posterior de la biblioteca. Llego al hipogeo descendiendo por unos escalones que surgen a mano derecha. Luego atravieso un angosto y tortuoso corredor de casi veinte metros de largo. De repente, el mármol blanco del sarcófago me deslumbra. Está cuidadosamente decorado con serpientes y otras varias representaciones de Eros, Niké y Medusa.
Pocas emociones tan profundas e indescriptibles como las que sentí frente a la fachada de la biblioteca de Celso. Sentado en las gradas de acceso, me imagino ser uno de aquellos asiduos usuarios. Ahora entablo una amena charla con un grupo de muchachos y muchachas que han sido abandonados, temporalmente, por los padres. Son quinceañeros. Han encontrado acomodo en las escaleras de la biblioteca y mientras los progenitores reanudan la visita, ellos se divierten jugando con los ordenadores portátiles. "¿No os interesa esta visita?", les digo yo. "¡No!", responden todos al unísono. Y añade una chica que contempla cómo juegan los demás: "Demasiadas piedras. Todo es igual. Estamos cansados". "¿No os emociona pisar las mismas losas que otros caminaron hace tantos siglos", insisto. "¡En absoluto!", vuelve a replicarme la muchacha, que, como sus compañeros, ni siquiera ha tenido la delicadeza de mirarme a la cara. En el mismo lugar donde se leían los rollos y los pergaminos, ahora campan estas máquinas infernales que les roban el alma a estos muchachos. Yo me doy por vencido y continúo mi andadura. ¿Somos los últimos que aún nos sentimos vinculados con el pasado?
Por los ventanales abiertos del primer piso de la biblioteca de Celso se colaba el azul, añil, radiante del día. Luego volví a subir y bajar lentamente por la Vía de los Curetos. La Virgen María y san Pablo la recorrieron muchas veces. El de Tarso fue un extraordinario escritor, pero también, curiosamente, uno de los más grandes pirómanos de libros. Había que destruir la literatura pagana para introducir el cristianismo. El pueblo de Éfeso se sublevó contra él y lo expulsó de la ciudad. San Pablo llevaba viviendo allí desde hacia varios años. El enfrentamiento con el paganismo costó numerosas víctimas. San Pablo tuvo un gran conflicto con el joyero Demetrio. El artesano fabricaba imágenes de la omnipotente diosa Artemisa. El cristiano las destruía y clamaba contra ellas. Esa actitud le provocó una gran animadversión.
También en la antigua Éfeso residió san Juan. Cuidó de la Virgen y murió allí después de redactar parte del Nuevo Testamento. Desde el mar, los marineros que alcanzaban la costa de esta parte occidental de la península de Anatolia contemplaban las columnas del templo de Artemisa y las empinadas gradas del teatro. El río Kücük Menderes, el antiguo Caistro, desemboca en el mar Egeo. Éfeso estaba situada en el cruce entre Mileto y Jonia. Era el punto de encuentro entre Oriente y Occidente. De aquí surgieron Heráclito y Tales. La ciudad fue, a lo largo de su riquísima historia, ateniense, espartana, alejandrina, persa, helenística, bizantina, egipcia, siria, turca...
Una de las siete maravillas del mundo antiguo, el templo de Artemisa, fue destruido numerosas veces. Una de ellas lo incendió Herostratus. No tenía más motivo que recrearse en sus llamas y obtener fama por este desatino. ¿Por qué permanentemente repetimos su nombre y no lo borramos para siempre de la historia? Que se conserve el nombre de un destructor y tengamos en el olvido a los de otros grandes hombres y sus obras me parece de una injusticia manifiesta. Plinio, en su tiempo, aseguró que el templo había sido saqueado hasta siete veces.
Mientras estoy tomando notas, me encuentro justo frente a lo que queda de él: tan solo una zanja llena de agua, rodeada por cientos de esquirlas de cascotes. Una adelgazada columna alzada como un esquelético mojón apenas mantiene un imposible equilibrio. Una gran charca de ranas es hoy el templo de Artemisa. Cuando las oigo croar, escucho los lamentos de la diosa destronada. Mis ojos al contemplar estas tierras movedizas también se encharcan. "Tememos a todas las cosas como mortales y deseamos todas las cosas como si fuéramos inmortales", escribe La Rochefoucauld en las Máximas póstumas.
San Juan cumplió estrictamente con el mandato de Jesús: cuidar a su madre. Antes de habitar en Éfeso estuvo desterrado en Patmos. Allí escribió el Apocalipsis. La iglesia y la cripta están dentro de un recinto amurallado. Entre el templo de Artemisa y la tumba de san Juan se levantó la mezquita de Isa Bey (siglo XIV). La casa de la Virgen María se encuentra cercana al monte Panayakapulu, próxima a la colina de Solmissos, la actual Aladag, por donde transcurría la procesión de Artemisa. También existe una iglesia, en honor de la madre de Dios, al norte del gimnasio del puerto. ¿Dónde se quedó dormida para la eternidad? ¿Dónde ascendió a los cielos? ¿Fue en Éfeso o en Jerusalén? En esta última ciudad hay una iglesia dedicada a conmemorar este suceso. La memoria de la antigua Éfeso está tirada a su suerte por los suelos: pilares, arquitrabes, esculturas... Una escultura de la diosa de la Victoria (Nike): alada, volando, con una corona de laurel en la mano izquierda y un tallo de trigo en la derecha, de época romana, está irremisiblemente a la intemperie.
Bibliotecas, bibliotecas. He visto cientos de ellas. Antiguas y modernas. Públicas y privadas. Un pueblo sin obra escrita apenas podrá sostener su lengua y su cultura. Los egipcios se dieron cuenta muy pronto. En el papiro egipcio Chester Beatty se dice que el libro es el medio más seguro para alcanzar la inmortalidad. La literatura pervive más que la piedra, "más valioso es un libro que una estela con su inscripción, / que la cámara funeraria bien puesta. / Esos libros son como tumba y pirámide / en la conservación de sus nombres...". De este modo hicieron herederos a sus libros.
Fuente | El País
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