2010/08/02

hemeroteka | Pedro Pablo Arroyo, "el Calatrava de China"

Imagen: El Diario Vasco
El Calatrava de China
El madrileño Pedro Pablo Arroyo triunfa en el gigante asiático con puentes que combinan las últimas tecnologías con conceptos tradicionales del país
Zigor Aldama | Norte de Castilla, 2010-08-02

Pocos saben tender puentes entre China y España como Pedro Pablo Arroyo. Con el primero dio la campanada hace año y medio, un par de 'gemelos' acaban de consagrarlo como el arquitecto español con base en Shanghai de mayor proyección en el gigante asiático y ya tiene otros dos más en fase de diseño. Sin duda, la apuesta le ha salido redonda. Previó el ladrillazo que se avecinaba en el sector de la construcción en España y, después de obtener su doctorado en Japón, con una tesis defendida en el idioma de aquel país, decidió probar suerte en Eldorado chino. Y vaya si la ha tenido.

Todo comenzó hace un lustro. Arroyo se alió con un socio local para sacar adelante CA Group, una empresa que engloba arquitectura, urbanismo y servicios editoriales destinados a estos dos sectores. Este madrileño de 40 años decidió entonces presentarse al concurso que organizaba el Gobierno de Shanghai para construir varios puentes en el barrio de Qingpu. «Era un proyecto modesto y delicado», recuerda. Sin embargo, su diseño vanguardista, que aúna los últimos avances tecnológicos con elementos tradicionales de las pasarelas de los jardines chinos, le ha valido reconocimiento internacional y, lo que es más importante aún, la satisfacción del cliente. Tanto que las autoridades no han dudado en encomendarle retos mucho mayores a los que V ha tenido acceso en exclusiva.

Y Arroyo ha vuelto a dar la campanada, de forma aún más sonora. Acaba de inaugurar una pareja de espectaculares puentes para una autopista que está llamada a marcar un antes y un después en la expansión de la ciudad que acoge la Exposición Universal más grande y visitada de la historia. Estos dos monstruos de acero de medio kilómetro de longitud, 25.000 metros cuadrados de superficie y 20 millones de euros de presupuesto dibujan formas imposibles. A cierta distancia, y en perpendicular, se convierten en las montañas que no tiene la megalópolis. Pero, de frente, adquieren la inconfundible forma de una cadena de ADN. «Quería combinar la idea de que nace una nueva ciudad con el concepto chino de la montaña sagrada». Y no ha sido fácil, porque es la primera vez que se pone en práctica una estructura de arcos entrelazados. «Sólo existe algo parecido en Brasil», apostilla.

En un primer momento, cuando Arroyo acudió a una empresa de ingeniería para plasmar el diseño, sus responsables fruncieron el ceño y le aseguraron que no era factible. «Los siguientes nos presentaron un presupuesto estratosférico, así que finalmente acudimos a la Universidad de Tongji, responsable de la ingeniería de gran parte de la Expo, que dio con la solución al galimatías». Desde que Arroyo dibujó el primer boceto hasta que los planos estuvieron terminados pasaron casi cuatro años, pero sólo han hecho falta 19 meses para llevar a cabo la construcción, y, aunque la pelea con la constructora china es constante, el arquitecto está satisfecho. «En este país todo va a la velocidad de la luz en cuanto se aprueba un proyecto, y, con la Expo, es una cuestión política que se inaugurase a tiempo». El alcalde de la ciudad ha quedado impresionado. «Nos ha pedido incluso que utilicemos pintura autolavable para que luzca mejor». Ya no quedan dudas: desde su discreto estudio de Shanghai, Arroyo se ha convertido en el 'Calatrava de China'.

Los próximos dos pasos ya tienen forma. Uno de óvalo y otro de flor de loto. Fiel a su estilo minimalista e innovador, Arroyo busca introducir elementos de gran complejidad técnica en diseños que luego resultan sencillos. Alta tecnología diseñada por cerebros españoles pero 'made in China', muestra de la globalización del conocimiento. Arroyo ha conseguido crear un grupo de jóvenes talentos locales capaces de desarrollar sus ideas con la misma precisión que en España. «El nivel de los universitarios chinos es cada vez mayor y, aunque todavía están en una fase de transición, en la que copiar es parte del sistema de aprendizaje, pronto comenzarán a crear», avanza.

Ahora no hay futuro en España

Todo éxito tiene un precio, y ahora los puentes persiguen al arquitecto madrileño. Aunque está muy a gusto «creando suelo donde no lo hay y facilitando la comunicación de la gente», a él le gustaría diversificar un poco su obra. «Es fácil encasillarse, como sucede con los actores, y muy difícil abrir otros caminos». Pero Arroyo no va a cejar en el intento, y el próximo paso será acometer proyectos en Europa desde su cuartel general en China. El camino inverso al que se ha seguido hasta ahora. Lo intentó con el pabellón de España en la Expo y su propuesta mereció una mención especial, pero lo que realmente le atrae son las estaciones y los intercambiadores de transporte.

Eso sí, tiene claro que en España, y a pesar de que se desarrollan ideas muy interesantes, ahora mismo no hay futuro. «La arquitectura en nuestro país se encuentra en un punto de inflexión que se refleja muy bien en la polémica que ha suscitado el plan Bolonia. Y nos tenemos que adaptar si no queremos desaparecer. Hay que consolidar los campos en los que tradicionalmente somos fuertes y expandir nuestros horizontes a través de la innovación en sectores tan importantes como el de la sostenibilidad o el de la arquitectura digital». Pero Arroyo tiene bien claro lo que resulta imprescindible: «Hay que formar a jóvenes para que salgan fuera».

Por eso, Arroyo baraja la posibilidad de combinar la enseñanza con la arquitectura. No le faltan ofertas y está planteando la posibilidad de diversificar su negocio y abrir un estudio en Madrid para dar soporte a la oficina central de Shanghai y servir de centro de investigación y desarrollo. Desde ahí podría combinar la faceta del negocio con la de la docencia, y ya le rondan la cabeza un buen número de iniciativas para lanzar programas de intercambio de estudiantes con el Gran Dragón. Eso sí que sería un verdadero puente entre España y China, y la prueba de que la deslocalización puede terminar revirtiendo en el país de origen. Sin duda, Arroyo se ha labrado la fama en China, pero la tierra llama y esa experiencia, sobre todo en un país tan complejo como el gigante asiático, es de valor incalculable. Cómo sacarle provecho es la gran incógnita.

Fuente | Norte de Castilla

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