Imagen: El País
Antonio Citterio, diseño para toda la vida “Un sofá duradero no llega a una casa imponiendo nada. Ofrece servicio. Por eso siempre acompañará”. “Me siento un diseñador global. el idioma de la cautela es como el esperanto: se entiende en todas partes”
Anatxu Zabalbeascoa, 2010-11-07
Respetuoso y contenido, el arquitecto y diseñador italiano crea muebles duraderos que no entienden de modas o tendencias. Piezas neutrales que se esfuerzan en ser útiles y que ceden al usuario el protagonismo expresivo. Es la receta de un éxito discreto y sostenido durante cuatro décadas.
Discreto, aunque omnipresente, Antonio Citterio (Meda, 1950) es uno de los arquitectos-diseñadores más prolíficos del planeta. Asegura que lo suyo son las relaciones duraderas. Y los números lo secundan. Fundó su estudio hace cuarenta años. En la aventura le acompañó su mujer, la arquitecta estadounidense Terry Dwan, hasta que decidió concentrarse en la crianza de sus hijos. Desde 1999, la italiana Patricia Viel comparte las decisiones del arquitecto. Suyos son los hoteles Bvlgari, un antídoto en la era del design hotel, tiendas de empresas como Cerrutti, Emanuel Ungaro, Valentino o De Beers y un sinnúmero de edificios de oficina. Pero es en los muebles donde el italiano deja su firma más personal. En Milán nos explica las claves para que un mueble dure toda la vida.
Citterio vive en el centro de la ciudad, pero tiene siempre un pie en el aeropuerto. Lleva décadas en la misma casa. Él y su mujer la diseñaron y solo la han cambiado una vez, cuando llegaron los niños. Muchos de sus diseños, como el sofá Charles, nacieron para amueblar su propia casa.
¿Cómo se puede tener una producción tan amplia como arquitecto y diseñador con un estilo sobrio y contenido? El trabajo de diseñador lo hago personalmente. Como arquitecto trabajo con 65 personas. Mis edificios son colaboraciones. Es necesario tener esto en cuenta. Es imprescindible considerar que hace 40 años que diseño. De modo que a veces se juntan en los catálogos de las empresas muchos productos, pero algunos tienen más de dos décadas.
¿Cree que su estilo contenido les confiere esa larga vida? Como diseñador trato de hacer las cosas sencillas. Y no es un secreto que lo sencillo –cuanto más sencillo, más logrado está– queda fuera del tiempo.
¿Cómo se puede idear un sofá para siempre y continuar diseñando sofás para siempre? No es tan sencillo. Trabajo con mucha calma. Para muchos diseños de mobiliario, a veces tardo más de un año. Para los aparatos de Technogym, a veces dos. Así, resulta que he hecho mucho en mi vida, pero poco cada año. Mis diseños no caducan. Profesional y personalmente soy un hombre de relaciones estables. Llevo 37 años con B&B y 25 con Vitra, pero también muchos años con mi mujer y con mi socia. Eso nos aleja de ciertas prisas innecesarias.
¿Qué debe tener un mueble para no caducar? Tiene que ofrecer un servicio, cumplir una función. Si la cumple y quiere quedarse, debe apelar también a lo emocional: la función emotiva se puede cubrir con sencillez.
¿Cómo? A veces, los diseños se desdoblan con el tiempo, con nuevas tapicerías o complementos. Para poder hacer un sofá para dos de las grandes marcas mundiales tengo que empezar de cero cada vez. Si tienes tres ideas (uno con inversión tecnológica y funciones diversas, otro con acabados artesanos y otro que sirve tanto en la oficina como en la vivienda), puedes hacer tres sofás a la vez.
Siempre ha trabajado asociado a una mujer. Primero la suya, Terry Dawn, y luego Patricia Viel. Terry quiso dejar ese puesto cuando decidimos tener hijos. Ambos creímos que el punto de vista femenino tenía que tener un lugar en la cabeza de la firma. Patricia fue mi asistente durante muchos años. Cuando el estudio creció, era lógico que ella me ayudara a manejarlo.
Defiende la resta para alargar la vida de los muebles. ¿Hasta dónde se puede restar? Todo depende de dónde se parta [risas]. Hay veces en que uno querría hacer otras cosas. Pero al final es una cuestión de naturalidad. Me puede apetecer diseñar un objeto más expresivo. Pero como mi método de diseño se basa en la resta, al final de esa sustracción comprendo que la expresión con la que me siento cómodo es la que revela el uso del propio mueble. Nada más. Cada diseñador tiene una poética. Yo no puedo hacer lo que no siento propio.
¿Cómo se aparta de las modas? Los muebles no caducos no miran con lupa el mundo. Ni están pendientes de las modas. La prensa quiere espectáculo, pero algunos pensamos que lo verdaderamente espectacular es que un sofá dure la vida de una persona.
¿Y si la persona cambia? Las personas siempre cambian. Pero un sofá para toda la vida no llega a una casa imponiendo nada. Llega ofreciendo servicio. Por eso siempre acompañará.
¿El diseño ha aprendido demasiado de la moda? La parte icónica del diseño reciente sí viene del ritmo de novedades que ha impuesto la moda. Lo curioso es que la moda también tiene, y recupera clásicos atemporales. Hace años, yo sentía celos de la gente capaz de firmar un diseño icónico. Uno se pasaba dos años pensando en cómo mejorar los sofás y luego llegaba alguien que rizaba un respaldo y conseguía la portada de las revistas. Hay veces que uno duda y piensa si se estará equivocando.
¿Qué le hacía persistir en su empeño? Los límites. Los propios: no se puede ir en contra de la naturaleza de uno. Y los de los productos: superado un tiempo, aquella expresión en un sofá resultaba vacua. Ya no decía nada. Y como pieza de mobiliario hablaba de otro tiempo, no de descanso ni de hogar.
¿Cree que las cosas están cambiando? Debo decir que, por suerte, he notado un cambio. Los juguetes de temporada, los muebles que nacen para ocupar portadas, están siendo puestos en crisis incluso desde la prensa. A mí mismo, este año me están pidiendo muchas más entrevistas que hace dos o cinco años. Tal vez todos debamos hacer un esfuerzo mayor. Las genialidades son admirables. Pero hay muy pocas genialidades y mucho engaño.
¿Ha llegado el momento de explicar lo que podría permanecer? Es otra óptica que el momento en que vivimos hace más necesaria. Entre tanto diseño para deslumbrar, un diseño serio, contenido, hecho para durar, se había convertido casi en la excepción.
Ética, responsabilidad… apela a estos atributos al hablar de sus diseños de alto precio. Hay gente que habla de sostenibilidad haciendo productos que caducan en seis meses. El diseño que permanece es más sostenible que los muebles de cartón. La urgencia de la sostenibilidad es un hecho. Pero su aprovechamiento como una nueva moda también lo ha sido. Los Eames hacían sillas sostenibles. Lo sabe quien las tiene desde hace 50 años.
¿Definiría el estilo como una actitud vital? Sí. Es una manera de ver las cosas. Son unas prioridades. Todo eso se refleja en tu diseño. Y con esas decisiones tienes que convivir. Este año he cumplido 60 años y no creo que cambie ya de ideas.
¿Por qué quiso ser arquitecto y diseñador? Me viene de familia. Mi padre hacía muebles de estilo neoclásico, sobrios. Era muy cuidadoso con las proporciones, riguroso con limitar la ornamentación. Todo eso lo vi, lo aprendí y lo heredé.
¿Cómo decidió dar un paso adelante? Los primeros años lo hice casi por enfrentamiento. Él no podía comprender que tirara por la ventana una tradición que me había enseñado con tanto cuidado para abrazarme a un estilo de nuestros días. Desilusioné mucho a mi padre. Pero tuve la suerte de que vivió bastante. Murió en 1982. Eso hizo posible que en sus cinco últimos años viera trabajos míos que le gustaron. Comprendió que no había desperdiciado su herencia, sino que la había convertido en una base para desarrollar mi lenguaje.
Además de diseñar muebles con vocación de permanencia, lo hace para empresas italianas, japonesas o alemanas. ¿Hay un idioma válido para varias culturas? Mi idioma, para que mis muebles se mantengan en el tiempo y sirvan en varias culturas y países, son las ideas. Al diseñar, mi enfoque es el de un arquitecto. Trabajo pensando siempre en el espacio y tratando de que los muebles delimiten un territorio, pero no interrumpan.
Firmando muebles neutrales ¿se siente representado por ellos? Adquieren personalidad con las tapicerías y el contexto. Me hace mucha ilusión cuando la gente pide un modelo mío con una tela que pertenecía a su abuela. El mío no es un diseño histérico. Respeto al usuario y creo que cada uno debe completarlo a su gusto. Mis productos son funcionales y cómodos. Con la ayuda del usuario adquieren expresión. Me siento un diseñador global. De alguna manera, el idioma de la cautela es como el esperanto: se entiende en todas partes.
¿Por qué tienen sus muebles nombre de persona? Charles o Ray son homenajes. Generalmente son nombres de arquitectos que admiro: Luis, por Barragán, Jean; George, por George Nelson, y Charles, por Charles Eames, el número uno. Un ajuste de cuentas con quien me ha inspirado y guiado.
Además es el ideólogo de los hoteles Bvlgari. Un hotel es la tipología perfecta para mí. Comprende arquitectura, interiorismo y diseño. Tienes la cercanía del usuario y una relación casi doméstica con él. No estoy a favor de las sorpresas. Lo que los hoteles Bvlgari ofrecen en el panorama de los design hotels es falta de ellas. Todo está en su sitio: materiales y acabados, diseño y espacio.
¿Cómo ve el futuro? Nos acercamos a una época de diseños reales, con costes justificados: duraderos, resistentes formal y físicamente. Ha dejado de importar lo anecdótico. Lo que hoy importa son los valores objetivos, como la calidad.
Fuente | El País
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