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Medvédev da impulso a su Silicon Valley El proyecto Skólkovo se convierte en el buque insignia del mandato del presidente ruso en su objetivo de centralizar la ciencia para modernizar el país
Rafeal M. Mañueco | El Diario Vasco, 2010-11-07
El presidente ruso Dmitri Medvédev quiere pasar a la historia como uno de los grandes modernizadores de su país, igual que el zar Pedro I. Su proyecto insignia es el futuro centro de altas tecnologías de Skólkovo, pequeña localidad situada en la periferia oeste de Moscú. Deberá ser una imitación del Silicon Valley estadounidense, pero a la rusa. Es decir, fuertemente centralizado y bajo el férreo control del Estado.
Por ahora, en Skólkovo, que recibió hace poco la visita del gobernador saliente de California, Arnold Schwarzenegger, lo único que hay es una escuela de posgrado en dirección empresarial para niños bien y algún que otro laboratorio en un original complejo de edificios con base redonda y dispuestos en forma de erre, quizá por que es la primera letra de la palabra Rusia. Aunque, si se mira al revés, parece una mano haciendo el signo de la victoria.
El mobiliario es de diseño italiano de marcas de primera fila. Todo ello está enclavado en un idílico entorno con cuidadas praderas, helipuerto, campos de golf, dos lujosos hoteles, varios restaurantes con precios inaccesibles y muchos guardias de seguridad. De momento, aquello parece más bien un lugar de esparcimiento para adinerados que una futura ciudad dedicada a la ciencia. Pero todo está aún por hacer. El pasado mes de marzo, Medvédev puso al frente del proyecto al magnate Víctor Vekselberg, quien esta semana aseguró que, en los próximos tres años, habrá que hacer una inversión de más de 180.000 millones de rublos (unos 4.000 millones de euros).
Más de la mitad de ese dinero lo pondrá el Estado y la otra mitad las empresas extranjeras que se atrevan a participar en la arriesgada empresa. Según Vekselberg, entre las compañías que ya se han incorporado al proyecto están Microsoft, Nokia y Philips. De acuerdo con el contenido de un anteproyecto aprobado ya en primera lectura por la Duma (Cámara baja del Parlamento), los socios extranjeros que acudan a Skólkovo gozarán de ventajas fiscales y aduaneras, además de un sistema de concesión de visados mucho más ágil. Las áreas principales de investigación en el Silicon Valley ruso serán, según declaró el jefe del Kremlin, la energía (nuclear y renovable), las telecomunicaciones, la informática y la biomedicina. Vekselberg puntualizó que se trata «no sólo de crear innovaciones tecnológicas, sino también de hacerlas rentables mediante su comercialización».
Dos Nobel al frente
La jefatura científica de todo el conglomerado corre a cargo del ruso Zhores Alfiórov, Nobel de Física en 2000. Como copresidentes han sido reclutados otro Nobel, en este caso el de Química en 2006, Roger Kornberg, de la Universidad de Stanford, y Craig Barrett, ex presidente del fabricante de microprocesadores Intel. Sin embargo, el fulgurante proyecto tiene, por el momento, más detractores y escépticos que partidarios. La comunidad científica rusa no ha digerido la idea al considerar que sería más útil subvencionar algunos de los miles de centros de investigación ya existentes en Rusia. Muchos siguen funcionando pese a estar al borde de la quiebra.
El analista Nikolái Zlobin se pregunta si no sería suficiente con que las exenciones fiscales que se piensan otorgar a las empresas que se embarquen en Skólkovo se aplicaran en todo el territorio de Rusia.
También son muchos los que estiman que la innovación tecnológica surge con más fuerza allí en donde hay mayor libertad, facilidades y descentralización que en espacios cerrados patrocinados desde el poder.
El politólogo Stanislav Belkovski se refiere también a la corrupción como otro de los problemas que pueden dar al traste con Skólkovo. Según su opinión, parte del dinero destinado a su creación «se perderá por el camino como el agua en un colador». El científico holandés de origen ruso, Andréi Geim, premio Nobel de Física 2010, acaba de rechazar la propuesta de unirse al equipo de Skólkovo. Geim, que trabaja en la Universidad de Manchester, cree que sería mejor enviar el dinero a los Institutos de la Academia de Ciencias de Rusia.
Fuente | El Diario Vasco
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