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Amaya García | El Mundo, 2011-05-09
No hacen falta más de dos minutos para sentir que Atrio es un lugar especial. Su exquisita arquitectura, su decoración, el trato de su equipo, la gastronomía, la ubicación... a medida que se descubren sus múltiples aristas, el nuevo hotel de Jose Polo y Toño Pérez conquista al huésped, que se encuentra en un remanso de paz y elegancia en la Plaza de San Mateo de Cáceres.
Han sido siete años de lucha, de incertidumbre, de ilusiones lo que les ha costado sacar adelante "el sueño de una vida". "Mucho esfuerzo, una gran inversión" y, lo más importante, "un proyecto de vida" que pasa por hacer que la gente se sienta a gusto desde el momento que cruza la puerta de entrada.
De la mano del estudio de Tuñón y Mansilla, Jose y Toño comenzaron a dar forma al proyecto. "Ferran Adrià fue de los primeros que supo nuestra idea", explica Jose, que no se pierde detalle de todo lo que ocurre en el hall.
Por fuera han conservado la fachada original de una casa familiar, con sus muros de mampostería y elementos restaurados que no rompen con el entorno histórico; por dentro, nada es lo que parece.
La estructura de jambas rectilíneas hacen que la luz transforme el hotel a cada instante; a media tarde es un espacio diferente al de las doce de la mañana, mágico en todas las ocasiones. Cada rincón ofrece una versión distinta de un todo siempre agradable a la vista, sin estridencias.
Muchos detalles hacen de Atrio un hotel diferente, mágico, como muchos de los cuadros que cuelgan de las paredes, comprados a lo largo de los años por sus dueños: obras de Andy Warhol, Antonio Saura, Antoni Tapies, Georg Baselitz, Candida Höfer, Gerardo Rueda o Thomas Ruff... Cada objeto tiene detrás horas de analizar catálogos, de navegar por Internet, viajes a Milán, Dinamarca... Ya sea para elegir las jarras del agua, unos sillones o para adquirir las lámparas (de Arne Jacobsen, por cierto), el trabajo de campo ha sido muy intenso.
Un restaurante de dos estrellas Michelin
Son las 15.00 horas. El restaurante, con sus dos estrellas Michelin, ya está en plena ebullición. La nueva cocina de Toño es ahora un espacio diáfano, con grandes cristaleras y vistas a un coqueto patio interior, al igual que la sala. "Ha sido un cambio muy grande, pero estoy encantado", comenta el chef.
También aquí el nivel se mantiene en lo más alto. La cigala con jugo cremoso de ave, la vieira asada con setas y trufa negra, la pluma ibérica con puré de berros y el binomio de torta del casar son algunas de las sorpresas que deparan sus menús (de 89 a 109 euros). Impecable en todos los sentidos.
No se puede despreciar la oportunidad de visitar la bodega, la joya del hotel, con más de 35.000 botellas de 3.000 referencias procedentes de 20 países distintos. José Luis Paniagua, sumiller del restaurante, explica con pasión todos los tesoros que esconde.
Al llegar a la vertical de Chateau dŽYquem -desde 1806 hasta la actualidad-, la emoción le embarga. "Lo que hay aquí son auténticas maravillas": Chateau Latour desde 1945, Chateau Lafite Rothschild desde 1929, Petrus desde 1947, Dom Perignom desde 1966, Pingus o Vega Sicilia desde 1918...
"El traslado desde el otro restaurante -que aún sigue abierto- fue muy laborioso", explica Paniagua, quien se encarga de organizar y controlar lo que entra y sale de ella. La sobremesa se puede alargar en la cafetería cercana a la entrada, tomando un gin tonic mientras cae la tarde o un buen café que ayude a remontar las horas que quedan por delante.
Catorce habitaciones
Aunque a más de uno le apetecerá irse a disfrutar de la habitación, porque invita a ello. El hotel dispone de catorce habitaciones, nueve dobles y cinco suites. Bañera gigante, cama 'king' size con colchón de lujo, pantalla Apple con televisión y ordenador integrados, luz, mucha luz... No falta de nada para una estancia perfecta. Por la mañana, se puede disfrutar del desayuno -delicioso y original- en la habitación mientras suenan las campanas de las iglesias cercanas.
Atrio es un lugar que invita a descubrirlo, a pasear por él. Desde la terraza, cuando empieza a anochecer, el silencio acompaña una vista serena del casco antiguo de la ciudad. De ese que desde hace unos meses tiene un nuevo inquilino, integrado pero rompedor, moderno, pero de la tierra. Un sitio especial que aunque se le denomina hotel, las 51 personas que componen el equipo logran que se convierta en hogar aunque sólo sea por unos días.
Fuente
Atrio, la nueva luz de Cáceres
Amaya García | El Mundo, 2011-05-09 | IMAGENES
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