2010/12/07

hemeroteka | A un paso de la biblioteca de Babel

Imagen: El País | Biblioteca y Archivo de Galicia en la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela, aún por inaugurar.
A un paso de la biblioteca de Babel
El incierto futuro de la institución pasa necesariamente por la conexión mundial en red. Los expertos creen que los recintos de consulta de libros sobrevivirán pese al avance de lo digital. Gubern: "La meta es que toda la cultura aparezca en la pantalla". "No habrá grandes cambios, serán paulatinos", opina Rosa Regás. Leer en papel ayuda a la memoria un 20% más que en digital, según un estudio. Para De Kerckhove, "las bibliotecas deben ser aceleradores culturales"
Daniel Salgado | El País, 2010-12-07

Las profecías sobre el futuro de las bibliotecas suelen citar a Jorge Luis Borges. Su relato La biblioteca de Babel, publicado en Ficciones, se ha convertido en tópico a la hora de imaginar cómo serán los almacenes de libros en lo que el comunicólogo Román Gubern denomina Galaxia Leibniz. Hace más de 70 años que Borges presentó el universo como biblioteca sin límites, con escaleras de caracol infinitas y miles de pasillos entrecruzados. En una peculiar e involuntaria analogía, los expertos actuales hablan de sistema de nodos interconectados, centros en red y acceso a todo el saber del mundo desde la soledad de la pantalla del computador.

"La meta es que el universo cultural entero pueda aparecer en la pantalla de consulta, hacer real el concepto totalizador de la biblioteca de Babel de Borges", explica Gubern, quien la pasada semana participó en Santiago de Compostela en un encuentro sobre el pasado, presente y futuro de las bibliotecas. Fue en esas jornadas en las que el escritor triestino Claudio Magris certificó que la lectura y el libro se encuentran ante un cambio de civilización. No aventuró hacia donde se dirigen y prefirió hablar de las bibliotecas de Cervantes o de Rabelais.

De entrada, pocos expertos se atreven a mapear lo que vendrá. Gubern, que define los centros que se encargan de custodiar los libros como "depósito del saber y de la fantasía que permiten realizar una geología del conocimiento", nombra el concepto de red y "la conexión con otros centros del mundo". Y la novelista Rosa Regás, directora de la Biblioteca Nacional española entre 2004 y 2007, se muestra totalmente escéptica: "Las bibliotecas irán cambiando paulatinamente, no habrá grandes cambios sino a medida que cambien las costumbres de los usuarios. Si estos se acostumbran a las pantallas, en las bibliotecas habrá también pantallas y posibilidades para descargar los materiales". Tampoco el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago y presidente del Consejo de Cultura Gallega, Ramón Villares, vislumbra grandes vuelcos: "Lo digital y lo físico se combinarán durante un tiempo y las bibliotecas, tal y como las conocemos, no morirán. Por lo menos, en el corto plazo".

Que haya una persona, el estadounidense Robert Darnton, que al mismo tiempo asesora a Google Books y dirige la biblioteca de Harvard parece dar la razón al profesor gallego. Sin embargo, el discurso del sociólogo canadiense Derrick de Kerckhove, discípulo de Marshall McLuhan, difiere. Presente en los debates de Santiago, realizados en la Biblioteca de Galicia, aún por inaugurar, que alberga la Cidade da Cultura, De Kerckhove defiende la posibilidad de "situar el centro del mundo en casa".

El teórico de la "inteligencia conectiva" aplicada a Internet recuerda que, en su país, cada persona pasa "siete horas al día ante una pantalla" y metaforiza en la figura de Pinocho 2.0 la actual condición humana. "La memoria se encuentra fuera del individuo, en Google, en la Wikipedia", explica, "y una biblioteca debe pensar en cómo funcionar en ese contexto híbrido electrónico". Lo material y lo digital, lo local y lo global, son asuntos de los que preocuparse. Y si la realidad objetiva es que los estudiantes cada vez usan menos la biblioteca, para De Kerckhove hay razones palmarias: "Ya tienen acceso directo a toda la información".

Pero no todo son buenas noticias en el bando de los integrados. El propio sociólogo advierte de los estudios recientes que afirman la superioridad de la lectura en papel sobre la digital. Por lo menos, desde el punto de vista de ejercitar la memoria: leer un libro en pasta de celulosa hace trabajar la memoria un 20% más que hacerlo en digital. "Una biblioteca es una cosa viva", consideró Claudio Magris, "también es una perfumería, con sus olores". En ninguna profecía aparece, todavía, un mundo sin libros. "A veces hablamos del futuro como si fuese un horizonte al que llegar", se lamenta Rosa Regás, "pero no es así; se trata de un proceso continuo y los cambios resultan paulatinos". Nadie pensaba, 15 años atrás, "que existirían todas estas herramientas para descargar música o libros de la Red", dice.

La imagen del templo resulta socorrida, recurrente a la hora de definir la idea de biblioteca. Como peculiar espacio colectivo también corre riesgos. "Es cierto que en una biblioteca hay mucha gente que no se habla entre sí", describe Román Gubern, "pero sí hay compañía". El rito colectivo de estudiar o leer en una biblioteca se asemeja, según su visión, al del cine. Y como en el cine en salas, la afluencia decae. La multitud solitaria la llamó, ya en los años cincuenta, otro sociólogo, David Riesman. "Las empresas de hardware y software", ironiza Gubern, "conspiran para fomentar la claustrofilia y la agorafobia". Arrancar es el verbo con que el ensayista catalán define "las estrategias necesarias para que la gente salga de casa".

"Cada vez más, las bibliotecas tienden a que nadie venga a ellas", coincide Daniel Buján. Actual director de la Biblioteca de Galicia, Buján se encargó de poner en marcha el centro público Ánxel Casal, que el Estado construyó en Santiago de Compostela y que abrió en 2008. "Pero el libro funciona, se sigue prestando", asegura, antes de referirse a las pruebas de la institución que encabeza sobre el préstamo de e-readers. En las mesas redondas de la Cidade da Cultura, su intervención centró las aproximaciones de los expertos y enumeró problemas concretos a los que se enfrentan las bibliotecas en la época digital.

"Es necesario diferenciar entre una biblioteca de las llamadas nacionales, como la de Galicia, ocupadas de la conservación y que deben guardar todo", aduce Buján, "y las públicas, de difusión de la lectura". Digitalizar un documento cuesta aproximadamente un euro por página. Y los metadatos, la información que adjunta cada elemento digitalizado, tienen que ceñirse, vía directiva europea, al estándar de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Pero la obsolescencia tecnológica -Buján hace memoria y explica como, a principios de siglo, el CD "iba a ser el formato del futuro"- dificulta las labores: existen fondos en formatos que no se pueden leer, archivos informáticos en programas ya desaparecidos, papeles irreductibles a las técnicas hasta ahora conocidas. Según el pensador De Kerckhove, en imagen transparente, "el futuro del libro en la biblioteca equivale al oro de la banca: nadie lo usa, pero debe existir, es la garantía, el símbolo".

"Todavía no conocemos la duración de los formatos digitales", alerta, a mayores, Gubern. "Hay expertos que hablan de unos 30 años, es decir, menos incluso que las viejas cintas de vídeo". La experiencia de la Galaxia Leibniz (el filósofo alemán que hace cuatro siglos sentó las bases del sistema binario de lo digital) es todavía incompleta. El propio Gubern recurre a sus ejemplares de la Enciclopedia Británica para expresar la incertidumbre: "La compré en 1995 y fue la última edición en papel que se editó".

El historiador Ramón Villares, que confiesa no imaginar un mundo sin bibliotecas, menciona otras cuestiones inherentes al abandono de la, en terminología de McLuhan, Galaxia Gutenberg. "Que el libro físico conviva con un gran almacén de libros digitales, una biblioteca universal virtual", señala, "acarreará consecuencias, ya las está acarreando, en la industria editorial, y aún no hemos resuelto el problema de los derechos de autoría y la retribución económica de los autores". La historia del libro y de su organización colectiva se entrelazan desde que Aristóteles comenzara a reunir los papiros que formarían el embrión de la biblioteca de Alejandría, en la tercera centuria antes de Cristo.

Rosa Regás insiste, al cabo, en la prudencia. "No creo que una biblioteca como la Nacional [fundada en Madrid en 1712] tenga que hacer grandes giros como lugar de consulta e investigación". El ex ministro de Cultura, César Antonio Molina, mostró, al lado de Magris, en Santiago de Compostela, similares preocupaciones: "Una biblioteca, pública o privada, es un templo. La mía está repleta de lugares y calles. Estoy en contra de aquellos que piensan que llegamos a un final; Gutenberg no ha muerto".

Para De Kerckhove no parece que haya vuelta atrás. La humanidad ha dado un paso adelante y aunque, dice, la libertad se reduce "al leer en pantalla", lo digital resulta irremediable también en las bibliotecas. "Ahora deben convertirse en aceleradores culturales, con una posición nodal en la red del conocimiento, al nivel de un gran aeropuerto". Atrás van quedando las avenidas abigarradas de los antiguos centros, aquellos que filmó Alain Resnais en la Biblioteca Nacional de Francia y llamó Toda la memoria del mundo.

Fuente
A un paso de la biblioteca de Babel
El incierto futuro de la institución pasa necesariamente por la conexión mundial en red. Los expertos creen que los recintos de consulta de libros sobrevivirán pese al avance de lo digital. Gubern: "La meta es que toda la cultura aparezca en la pantalla". "No habrá grandes cambios, serán paulatinos", opina Rosa Regás. Leer en papel ayuda a la memoria un 20% más que en digital, según un estudio. Para De Kerckhove, "las bibliotecas deben ser aceleradores culturales"
Daniel Salgado | El País, 2010-12-07

Todo el saber en el bolsillo
Glòria Pérez-Salmerón | Directora de la Biblioteca Nacional de España | El País, 2010-12-07


Estamos en el periodo incunable de Internet. No somos aún capaces de imaginar lo que el futuro tecnológico nos va a deparar, ni los cambios que vamos a ver en nuestra sociedad y, en consecuencia, en las bibliotecas. Lo que está por venir va a ser apasionante, las bibliotecas van a estar más cerca que nunca de todo el mundo.

Los bibliotecarios nos estamos esforzando en aprender a gestionar la convivencia entre los distintos soportes y los servicios físicos y virtuales. La biblioteca híbrida es una realidad, pero su faceta virtual va ganando terreno y dentro de una década habrá cambiado completamente el modelo de biblioteca que conocemos. Además, siguiendo la normativa europea, la Directiva de Servicios (2006/123/CE) conocida también como Directiva Bolkestein y la española, Ley 11/2007 de acceso electrónico de los ciudadanos a los servicios públicos, estamos obligados a facilitar el acceso a la biblioteca por el canal que el ciudadano escoja. La biblioteca ha de contextualizarse y dar respuesta a los requerimientos y necesidades de su entorno social.

En un futuro muy cercano la biblioteca se va a llevar puesta, en el bolso o en el bolsillo; se va a acceder a ella por cualquiera de los aparatos móviles que usamos para comunicarnos la mayor parte del tiempo. Si no lo hace, perderá su atractivo y solo será útil para unos cuantos, los más interesados en la pura investigación.

La información está por doquier, vivimos una época caótica en lo que se refiere a la abundancia de información. Por lo tanto, la biblioteca tendrá que filtrar el infocaos y aplicarse en hacer accesible la información, en preparar contenidos, dosis y cápsulas informativas fiables que respondan a lo requerido por la ciudadanía en décimas de segundo. El reto es facilitar el acceso a la información que lleve al conocimiento.

Una biblioteca patrimonial, como lo es la Biblioteca Nacional de España, perdurará y tendrá una doble faceta: por un lado será la creadora de las cápsulas de información segura y de los contenidos que llevan al conocimiento y por otro será la guardiana del templo de los objetos preciosos como son los libros. Además, tendrá un papel relevante en la conservación del material digital. Del papel sabemos que es un soporte muy resistente pero los nuevos soportes electrónicos presentan incógnitas sobre su preservación. En la actualidad, los libros ya presentan diversos formatos, los que ocupan un espacio físico en una estantería de una sala o de un depósito y aquellos que, nacidos digitales o digitalizados, ocupan unos cuantos megas en los servidores de la Biblioteca.

Los poderes públicos hemos de garantizar las infraestructuras de las comunicaciones para que el material en la Red sea accesible para todos.

El futuro de las bibliotecas va a ser apasionante ya que, gracias a las nuevas tecnologías, nunca como hasta ahora han tenido tanto potencial para ponerse al servicio de la sociedad.

Fuente
Todo el saber en el bolsillo
Glòria Pérez-Salmerón | Directora de la Biblioteca Nacional de España | El País, 2010-12-07

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