Imagen: Maushaus |
Tres emprendedores cuentan los proyectos que abordaron empujados por la crisis o la búsqueda de nuevas expectativas. Saratxaga: "La necesidad hace ser creativo". Se debe arriesgar más; si no, esto va a explotar", dice el arquitecto Arruti. Uno de los proyectos nació como una idea durante un viaje en autobús. "No me veía trabajando 30 años en lo mismo", indica un emprendedor
Isabel Landa | El País, 2010-11-15
La crisis intensifica el florecimiento de los proyectos creativos. Sin embargo, a veces no resulta necesario llegar a esa situación para dar un giro drástico laboral o dejar la seguridad de un trabajo estable y dar salida a proyectos que se apolillaban en el subconsciente. "La necesidad siempre hace que surga la creatividad. En situaciones difíciles como las que vivimos ahora, mueves los brazos, buceas. En situaciones acomodadas no te esfuerzas en ser creativo para desarrollar un proyecto", explica el consultor Koldo Saratxaga, un revolucionario en la gestión de los modelos empresariales. Con tasas de paro del 19,7% en España y del 9,98% en Euskadi quizá sea el momento para reinventarse, como han hecho estos tres emprendedores.
MAUSHAUS Arquitectura educativa
Carlos Arruti y Anabel Varona, de 37 y 38 años, respectivamente, formaban hace diez años parte del estudio Rulot, un proyecto compartido con otros arquitectos en una unión "casi de sangre" donde buscaban "un espíritu de lo doméstico, el del primer habitar, el mismo que se debe aplicar en casi toda arquitectura". Cuando el estudio empezó a coger altura e incluso a ganar premios, la crisis le golpeó y los proyectos se frenaron en seco. "El teléfono dejó de sonar y nos encontramos un equipo de arquitectos amigos que no queríamos competir entre nosotros cada vez que salía un proyecto a concurso y decidimos cada uno diversificar el negocio", recuerda hoy Arruti.
Así nació hace un año Maushaus, un proyecto de educación artística y técnica dirigido a que los niños establezcan relaciones afectivas con la arquitectura a través de talleres. Un pequeño local en el centro de San Sebastián se convierte dos veces a la semana en un laboratorio infantil de ideas donde se intenta "despertar y estimular la curiosidad espacial en los niños", explican sus fundadores, que además son pareja y padres de dos niñas.
"Pensamos en la docencia porque vimos que había una falta de comunicación entre la sociedad y las personas. La crisis nos obligó a reinventarnos, porque lo que nos gusta es construir, y ahora es imposible. Pero cada vez hay más demanda para participar en los talleres", cuentan ambos con cierto alivio.
Arruti reconoce que a veces se siente extraño cuando suena el teléfono por un proyecto y le pillan con las manos en la plastilina rodeado de chavales en pleno trance creativo. "Son trabajos que no tienen nada que ver, pero es bonito, porque con los niños desarrollamos maquetas, ideas locas, que ahora no tendrían salida", apunta Varona.
Los fundadores de Maushaus son conscientes de que la arquitectura tiene que generar un nuevo discurso. Si hace dos años salían del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro 100 visados para proyectos ahora se han reducido a una decena. "Se tienen que ir generando actividades nuevas y arriesgar más; si no, esto va a explotar", concluye Arruti.
HUGGIN' Chaqueta y mochilaUn viaje en autobús puede acabar dando mucho de sí. Permite, por ejemplo, amarrar proyectos que tiene uno oxidados. Iker Bereziartua, de 31 años, decidió hace un año, cuando volvía de Bilbao, donde trabajaba en el departamento de Comunicación del Museo Guggenheim, a San Sebastián, sacar su lado emprendedor y abandonar la actitud de "estaría bien no hacer nada".
"El jersey atado y cruzado en diagonal por la espalda que marca tendencia en las farras fue la inspiración", comenta este licenciado en Humanidades y en Empresariales por la Universidad de Deusto que se embarcó en trabajos variopintos tras acabar la carrera para pagarse los estudios de diseño gráfico.
En 2009, para su trigésimo cumpleaños, pidió a su madre como regalo que le confeccionase una chaqueta que se pudiera convertir en bandolera. Fue el primer prototipo de la filosofía Huggin' (gerundio de to hug, "abrazar" en inglés), "la navaja suiza de las chaquetas".
"Siempre crees en posibles ideas que nunca llevas a cabo, pero pensé que con la de las chaquetas la tenía que desarrollar", recuerda Bereziartua.
Durante los cinco meses siguientes se dedicó a mejorar el diseño compartiendo sugerencias con amigos. Puso dinero de su bolsillo y encontró una fábrica en Portugal que realizase las primeras 550 unidades. Hasta el 4 de enero próximo tiene prioridad mundial para registrar la prenda en otros países. "Me gustaría ser un pequeño comerciante; no busco una comercialización a gran escala", aclara.
No se plantea, por ahora, distribuir las huggin' en las tiendas porque desea un contacto directo con el cliente. "¿Si mi producto es diferente, por qué tengo que hacer las cosas como se supone que hay que hacerlas?", se pregunta. Se siente identificado con el movimiento crowd funding, la financiación colectiva: pedir dinero a amigos como patrocinadores de un proyecto para que se sientan parte de él.
"Hoy en día toca reiventarte a cada momento, pero creo que eso es una oportunidad para avanzar. Las cosas que no son sostenibles se caen en épocas de crisis. Hay que proponer cosas diferentes, agudizar el sentido", opina este emprendedor. De momento, y como mínimo, sus expectativas son recuperar la inversión, ser feliz con lo que hace y que la prenda siga siendo funcional dentro de diez años.
LA PETITE FROMAGERIE Quesos afinados
De la ingeniería informática a los quesos para gourmets hay un largo trecho que recorrer a golpe de metarmorfosear ideas para dar forma a un proyecto en el que se cree. Alberto Ojambarrena, de 36 años, decidió hace dos años imprimir un giro radical a su trayectoria profesional. Dejó la empesa Indra en que trabajaba para empezar a estudiar Restauración en la Escuela de Hostelería de la UPV. "No fue fácil tomar la decisión. Para mi familia fue un choque, pero no me gustaba lo que hacía y no me veía haciéndolo en los próximos 30 años, aunque ganara bien y tuviera una proyección", explica Ojambarrena, casado y con dos niños.
Al año de salsear con las clases, las prácticas y las catas descubrió durante un viaje por Andorra un establecimiento dedicado exclusivamente a los quesos. "Seguí la pista a este concepto de tienda, las fromageries francesas, y empecé a viajar", recuerda. Guiado por un olfato, que va más allá de su pasión por el queso, recorrió ciudades y pueblos del sur de Francia, así como Barcelona y Londres, recabando información e ideas sobre quesos, diseño de interiores y líneas de negocio.
Durante el segundo curso de Restauración, este emprendedor bilbaíno elaboró un plan de negocio con la ayuda de Lan Ekintza, sociedad municipal de promoción empresarial. "Me ayudaron con el proyecto y busqué financiación. Encontré un socio inversor y un local por Alameda de Recalde en una zona en expansión", explica.
La Petite Fromagerie se inauguró hace un mes y medio. Como novedad introduce la figura del afinador de quesos, tan arraigada en Francia. Quesos artesanos con poco tiempo de curación van madurando en unas cavas a una determinada temperatura. Cuando el afinador considera que ha llegado su momento óptimo se sacan a la venta. "El 80% del producto que tengo es de uno de los cinco mejores afinadores franceses: Xavier Bourgon. Fue complicado llegar a él, pero lo conseguí después de pasar unas semanas de formación en sus cavas", señala Ojambarrena. También apuesta por el queso payoyo, gaditano, y los de Ramón Lizeaga, un quesero de Aia empeñado en recuperar sabores de antaño.
"De momento, no me arrepiento de la decisión. No sé como irá esto, si para adelante o para atrás, pero hemos arrancado bien. Solo por los dos años haciendo algo que te gusta merece la pena intentarlo", resume.
"No nos damos cuenta del futuro que viene"
Solo unos pocos se arriesgan para lograr sus proyectos. No resulta fácil salir del estado de bienestar y comodidad en el que está inmersa la sociedad. "La gente que se reinventa o que genera un cambio en su vida son una excepción en una sociedad acomodada y normativizada. Cuesta salir de esa cultura de siglos", explica Koldo Saratxaga, el consultor y directivo de 62 años nacido en Sopuerta que sacó de la crisis a los autobuses Irizar y es especialista en los sistemas de organización laboral y personal.
Saratxaga se dedica ahora al asesoramiento desde su firma K2K. Una veintena de empresas siguen sus directrices para realizar los cambios organizativos de futuro que necesitan, pero que no saben cómo abordar.
"No acabamos de darnos cuenta del futuro que se nos viene encima, de que la crisis no va a cambiar. Estamos en otro nivel de modelo de vida y ni siquiera podemos compararnos con 2007 o 2008", advierte Saratxaga. El consultor considera que hay que reinventarse, pero que llevará tiempo, porque "no es políticamente correcto".
Saratxaga, quien fue Emprendedor del Año en España y Guipúzcoa en 1997, cree que las personas son creativas por naturaleza: "De la necesidad o la desesperación surge la creatividad y las oportunidades y no de la comodidad. Además, ahora estamos más abiertos en un mundo cada vez más diverso, que va a traer nuevas oportunidades que muchos jóvenes van a ser capaces de ver". Con todo, para ello resulta necesario "un cambio en el modelo educativo para que los niños aprendan a ser creativos", añade.
Cada vez hay más empresarios que quieren modificar unas relaciones laborales muy asentadas en el modelo empresarial que ha imperado durante décadas. "Pero no es fácil que los empresarios se habitúen a la transparencia y a repartir beneficios, aunque cada vez son más conscientes de la necesidad de un cambio", indica Saratxaga. "No hay directivo que no diga que lo importante son las personas, pero aún no quieren abrir la nevera y decir que esto es para todos", apostilla.
Por ello, Saratxaga es de la opinión de que hay que innovar el estilo de las relaciones laborales, "crear organizaciones creativas, innovativas, vivas, cambiantes, llenas de ideas que se hacen realidad y que se comparten", concluye.
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